domingo, 25 de marzo de 2012

Control de alcoholemia.





Con esa sensación con la que uno afronta cualquier circunstancia a sabiendas o casi con la seguridad de estar sumergido en una inapelable realidad, durante el trayecto de vuelta a casa después de haber gozado de una buena cena, en uno de esos sitios dotados de una nada desdeñable carta de vinos, aparecieron, ante la perspectiva que era capaz de tener en ese instante, unas luces echándonos el alto. Se trataba de las autoridades de tráfico de aquel lugar realizando un concienzudo y minucioso control de alcoholemia y registro de pertenencia de intranquilizantes. Mi mujer, dada a los impulsos del dramatismo y el sentimiento de culpabilidad en estos casos, dio por descontado que me cazarían y no dejó de lamentar lo cabezón que me puse cuando insistí en ser yo quien condujese el coche aquella noche. Por mi parte opté por adoptar la postura de tranquilidad con la que solía actuar el señor Mearsault de Albert Camus en “El extranjero” respondiendo con un si o un no a las preguntas que los agentes me hacían, porque total para que engañarnos, a lo hecho pecho; te lías, te lías, y entre que uno tiene el morro fino y el somelier ponía cada vez más a tiro los caramelos, pues a vivir que son dos días.

La situación no era ninguna tontería. Había más de un punto de inspección preparado en la zona, de manera que pude comprobar cómo examinaban a varios conductores al tiempo que hacían lo propio conmigo. Después del siempre emocionante trámite de los papeles, en el que te das cuenta de que las facturas del cambio de aceite y el manual del automóvil no valen para nada, o al menos de que eso no es lo que te están pidiendo, vino la parte contratante de la segunda parte en la que el que parte y comparte en el restaurante no siempre se lleva la mejor parte, o si.

Sin saber cómo me vi con un complejo y moderno aparato en los labios ante el que se me solicitaba soplar durante unos instantes. Al momento, después de haber bufado como no lo hacía desde que dejé de ser aquel párvulo corneta de la banda del pueblo, en una pequeña pantalla digital aparecieron los nombres de los caldos que habíamos disfrutado un rato antes: un Cava III Lustros de Gramona, un blanco Ram´s Hill 2009 sauvignon blanc de Marlborough (Nueva Zelanda), y un Burdeos Sociando Mallet del 98. No faltó ni un dato en aquel monitor, añadas y procedencias incluidas. ¡Vaya con el aparatito!, me dije mientras mi señora susurraba: ¡aparatito y medio te voy a dar yo a ti, ahora siéntate y llora!

Tras un exhaustivo examen de la información procedente de aquella joya de la tecnología, el guardia asintió en silencio, varias veces, incluso atisbándosele una leve humedad en los labios. Acto seguido me pidió que aparcase unos metros más adelante para decirme:- Señor, reciba usted nuestra más sincera enhorabuena. Le hemos de alabar el gusto por sus elecciones y felicitarle por la bien desarrollada parte de sibarita que usted tiene. Solamente por el tinto, por ese Burdeos, le daremos tres puntos y uno más por cada uno de los otros dos caldos. Le repito, enhorabuena -. No corrió la misma suerte un joven al que le habían detectado una desproporcionada cantidad de gaseosa en su calimocho y tuvo que apechugar las consecuencias con una preventiva retirada de carnet. Al despertar tuve la sensación de habérmelo pasado estupendamente y mi mujer no dejó de recordarme que menos mal que fue ella quien trajo el coche aquella noche.

4 comentarios:

  1. Qtal Clochard,sueños como esos nos hace falta para levantarnos con buen sabor de boca,muy divertido,pero más lo fué,oirlo con esa entonación que tú le dás.Te imaginas,ese parrofo o poema que tanto te gusta escucharlo de su creador,es¡una pasada!te lo digo yo.gracias,un abrazo!!

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  2. Amoristad:

    Me alegro mucho de que hayas vuelto a disfrutar de este particular y deseable control de alcoholemia, ahora solamente leído. Te cambio un trocito de sol por una pizca de brisa de Cantabria.

    Un abrazo, y un besito mi arma

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  3. Recuerdo la primera vez que leí este texto, cuánto me gustó.
    Pero me gusta mucho más verlo aquí, en un espacio abierto al mundo, dentro de un vaso que tintinea entre peces de hielo.
    Salud.
    Besos y versos.

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    1. Querida Blimunda:

      Me complace que te guste. En cierta manera ya se encontraba abierto al mundo, bueno, quiero decir a un mundo un poco cerrado. La suerte es que no ha perdido su temperatura y ahora parece como que refresca mejor estos tragos y alivia mejor la sed literaria, no sé, me sabe más a libertad.

      Besos, prosas y versos.

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