martes, 20 de marzo de 2012

Entre las manos.






Parecerá absurdo pero, en ocasiones, me es suficiente con sentir que las palabras corren delante de mis ojos siendo silenciosamente pronunciadas por mi pensamiento, durante el trayecto de la lectura, sin darme a penas cuenta de que nada sucede, ni dentro ni fuera, de que nada se mueve ni nadie me molesta, cuando solo el mutismo, con el que me amoldo a las curvas del sofá más cercanas a la lámpara, es testigo de lo que ocurre y me conformo con que me sorprenda una idea, de las que se encuentran en el camino de uno de los párrafos, en el momento menos pensado. Entonces despierto. Me pasa. Confieso que, debido seguramente a una falta de adaptación a cualquier disciplina y a un continuo ir y venir tratando de encontrar la libertad en cualquier cosa, pasan a menudo páginas y páginas hasta que me percato de que llevo un rato danzando por la abundancia de la desconcentración, como si me hubiese convertido en un polizón del Franconia, dormido entre las lineas de la vuelta al mundo de un novelista, y me sobrase con la mera presencia de lo escrito para permanecer clavado en lo incomprendido y continuar avanzando sobre el océano de la lección que tengo delante y de la que tan poco recuerdo al instante.

Después retomo el baile con el propósito de enmienda propio del rey de los despistados y comienzo de inmediato a descubrir que la familiaridad con la que ahora las expresiones abundan en su significado me ha venido dada por haber desperezado al relector que todos llevamos dentro, y que tan complicado nos lo pone a veces. Y me pregunto qué clase de opio tienen las letras que hasta en el desierto del acopio de lo escrito hacen que en ellas clavemos la mirada como dejándonos llevar, desplegadas nuestras alas, por el viento de la calma y la serenidad que nos reporta la certeza de tener un tesoro entre las manos.

2 comentarios:

  1. No me parece absurdo, me parece un milagro, un privilegio, uno de los tremendos placeres de esta vida...y lo cuentas muy bien, ilustrado.

    Besos y versos.

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  2. Querida Blimunda:

    No veas el placer que resulta, además de perderme por las calles, hacerlo también por la lectura, y sobre todo contestar el primer comentario de estas humedades. Espero que, hielo a hielo, se vaya formando un lago que siempre estará a vuestra disposición para tomar un trago.

    Besos, prosas y versos.

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