Da gusto conducir sobre esos kilómetros preliminares a la entrada de Granada, cuando al fondo se expone el espectáculo de Sierra Nevada para que el viajero haga uso del privilegio de conservar su vista sana y beber un poco de la frescura del Veleta y el Mulhacén con los ojos. La nieve aparece como una colcha blanca bajo la que se encuentra un ciudad misteriosa y estudiantil, joven, gozosa y alegre, monumental y poética, literaria y tasquera. Por Granada ha debido pasar un duende y haber dejado en su ambiente algún tipo de polvo mágico con el que los pulmones reciclan los daños de la polución y la nicotina. Se saborea el gozo y la vitalidad universitarios, la protección de contar con la Alhambra como fuente de inspiración y salvación, la bohemia del Realejo y el Albaicín; se tiene constancia de ello en cada paso que se da sobre sus aceras. La gente anda de allá para acá, cada cual en sus asuntos como si se encontraran abrigados por la seguridad de estar en Granada, en un lugar en el que el tiempo se detiene porque se siente algo de lo que allí fue fraguado, porque una especie de imantación pega los pies al suelo y le saca partido al paseo como no sucede con frecuencia en otras ciudades.
Una de las cosas que me hacen hablar así de Granada es el hecho de no haberla explotado, de no haberla quemado cuando tuve la oportunidad de visitarla. El respeto que siente uno, a pesar de la fama noctámbula y tuguriera que se cierne sobre ella, y sobre uno mismo, es mas bien una sensación de contributiva ligereza de equipaje a la que el paisaje urbano adereza con su mera presencia, el resto queda en manos de la imaginación y la calma que se encuentra por naturaleza el ser humano cuando se dispone a hacer uso de semejante tesoro de la inteligencia. Me une también a Granada un amor del que siempre tengo constancia por la sinceridad con la que se produjo, y que cada vez que la vida me trae aquí recuerdo con el tono positivo que no ha sido vencido por el cierto grado de aflicción que esconde la nostalgia. debo ser uno de esos afortunados a los que raramente no les ha nevado estando aquí, acentuando así la percepción de lo que habita en cada piedra posada sobre esta tierra.
He de confesar que he sentido, esta vez, conduciendo por su avenida principal, por su columna vertebral llamada Camino de Ronda, una preocupación por extensión a lo que ha sucedido en otros lugares masacrados por los atentados de la mala gestión: las obras del metropolitano están acarreando problemas de tráfico a los que nadie se encuentra acostumbrado y, lo que es peor, una general neblina de incertidumbre tras la que la pregunta clave es si esto servirá para algo ahora, precisamente ahora que hay tantos temas de candente importancia que resolver, o de si por el contrario será una más de las dobladas metidas por la espalda a la que nos tienen sometidos los dirigentes que nos han tocado en suerte embolsándose comisiones a destajo y dejando posteriormente con el culo al aire a los más indefensos para que se encarguen de terminar de pagar algo a lo que dificilmente le encuentran uso y sentido. Ojalá tengamos que darle esta vez la razón al beneficio creado y al servicio ofrecido a un precio razonable.
La armonía de cuerpo y espíritu con la que uno sale de esta ciudad, como recién almorzado, es suficiente para presagiar sin lamentaciones que una próxima visita no tardará en tener lugar. Se dirige uno a otro lado con la sensación del descubrimiento que se tiene cuando la relectura de una novela ahonda cada vez con más fuerza en su interior, y por esta razón no dejará de ser el punto de mira del saco en el que se encuentran las posibilidades de la vida, llamadas destino por quienes no le encuentran una cabal explicación que parecen no tener si se dejan en manos de no sé que dioses que tal vez nada saben sobre nosotros, que de un lado a otro pisan mis zapatos y contemplan mis pupilas.
sábado, 12 de enero de 2013
Cita con Granada.
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Clochard:
ResponderEliminarLa he visitado en tres ocasiones y todavía tengo la sensación de que no la he visitado realmente.
¡Qué razón tienes en decir que viajar es vitamínico! ¡Qué envidia me da la gente que puede viajar libremente!
Salu2 y que disfrutes tus viajes.
(Si siguen p'arriba p'arriba llegas a Murcia.)
Duhego:
EliminarRecuerdo con felicidad los dos años y medio que estuve en Murcia, y se me ha pasado por la cabeza pasarme por allí en estas vacaciones, pero al ser tan cortas he postpuesto la visita, será memorable. Entre tanto continúo disfrutando del resto de destinos, ligero de equipaje y cargado de ilusión.
Salud.
Me deja usted intrigado.
EliminarSalu2 discretos.
Dyhego:
EliminarHace tiempo que tengo ganas de estar un par de días en tierras murcianas y pasear por aquellos lugares en los que las vivencias me dejaron un muy grato recuerdo. Tendrá usted noticia de ello; puede que sea este verano el momento indicado.
Salud.
Yo conocí en Granada el sabor y el color
ResponderEliminarde la libertad...
No hay un cielo más azul, ni más luz, ni más corazón hecho árbol que los árboles que vieron pasear a Lorca por Bidrambla.
(Y cuando vayas a Murcia ya te llevarás, de mi parte, algo especial para Dyhego)
Besos, besos.
Mi relación con Granada es como de un amor platónico. Debe ser por eso por lo que siempre la miro como algo ideal a lo que me basta con saber de su existencia para hacerme una idea de lo que significaría vivir en ella.
EliminarBesos, prosas y versos.
Gracias. :)
EliminarUn texto que me ha dado ganas de conocer un lugar que no pretendía conocer.
ResponderEliminarUn saludo, buen blog.
HD
Humberto:
EliminarGranada es una de esas ciudades en las que la mejor manera de conocerla y disfrutarla es perderse, dejarse llevar por el instinto de los pasos, de una plaza a otra, de una calle a una avenida y comprobar cómo los pensamientos caminados son lúcidos compañeros. Sea usted bienvenido a estos peces de hielo.
Salud.
¡Que envidia me das!pero no solo de viajar,sino de verlo como tú lo ves.Por cierto,apunta en tú agenda viajera,Cantabria que es infinita...Un abracantabro!!
ResponderEliminarSe encuentra Cantabria en mi agenda desde que salí de ellla. El día menos pensado me ves por allí. Viajar es untarse la pomada de las palpitaciones de cuanto te rodea.
EliminarMil abrazos.