lunes, 21 de enero de 2013

Soledades de escritorio.






Hace unos días leí en "Yo no vengo a decir un discurso", libro en el que se recopilan las pláticas y disertaciones en público que Gabriel García Márquez ha ido dando a lo largo de su vida, a pesar de ser una de las cosas que en principio se había propuesto no hacer nunca junto con recibir un premio, que cuando el Gabo comenzó a escribir "Cien años de soledad", ahí es nada, después de haber plasmado la primera frase no tenía la más mínima idea de lo que iba a deparar aquella aventura, después de haber madurado la idea durante los dieciocho años anteriores. La afirmación me parece escalofriante pues, conociendo la novela y el desarrollo de la misma, y el mundo encerrado en Macondo, que se nos pone delante con una descomunal algarabía de personajes y sucesos entrelazados y magicamente encabalgados, superpuestos y adornados con la más deslumbrante imaginación que mi modesta experiencia de lector tiene hasta el momento, hay que tener una capacidad de abstracción tal, y en las circunstancias personales de pobreza que fue escrita la obra, que no cabe duda de que el acontecimiento, y los posteriores derivados de la misma pluma dirigida por el mismo hombre, puede ser catalogado de lo más cercano a un milagro, sin pretender caer en el pozo oscuro de la superstición, sino más bien diciendo que gracias a la presencia en nuestro tiempo de una persona como el maestro colombiano la vida ha sido, por momentos y a ratos, más vivible por culpa y gracia suya, y no tan a ratos ya que detrás de los universos de esa literatura advierte uno la presencia inmediata de las claves para la exploración de la felicidad con un trozo de pan, el tabaco más barato y un vaso de agua del grifo junto a la seguridad de jamás sentirse solo si se tiene un libro al lado.

Además hemos de hacer referencia a la particular manera en la que "Cien años de soledad" fue enviada a la editorial, para que la leyera el presunto editor que aún había de dar el visto bueno a semejante descomunalidad. Sucedió que en una sucursal de la compañía postal colombiana se encontraban Gabriel y su mujer Mercedes con el paquete del manuscrito envuelto de la más humilde de las maneras que impidiese que ese montón de papeles se alborotaran por el camino, y al serles pedida una cantidad de la que no disponían en ese momento para poder realizar la operación hubieron de dividir en dos el paquete y mandar la mitad, que era a lo que les alcanzaba el presupuesto con las monedas que Mercedes llevaba en el bolsillo, con tal tino que lo que viajó hasta el lugar de destino fue la segunda parte de la obra. A los pocos días el editor se puso en contacto con el autor pidiéndole que le mandara la primera parte de aquella historia porque se encontraba en tal estado de perplejidad que no pensaba en otra cosa que no fuese leer el comienzo de aquel final.

Me imagino la cara de Gabriel en aquella situación tras haber pasado diecinueve meses dedicado en cuerpo y alma a la creación de la novela, aquellos días en los que su casi única relación con el exterior era la de Alvaro Mutis para leer cada uno de los capítulos terminados, quien tiempo atrás le dió un ejemplar de "Pedro Páramo" de Juan Rulfo dejándole caer un para que aprendas, y obra que fue de una decisiva influencia para García Márquez a lo largo de toda su carrera; imagino también el ambiente de la habitación y la colocación del escritorio en el que la familia Buendía entraba y salia de la cabeza de García Márquez, no debía existir otra cosa en el mundo del autor que aquello que se traía entre manos. Acuciaban las facturas y el presupuesto doméstico casi no daba para la subsistencia pero había una idea certera, la seguridad de que lo que se estaba fraguando era uno de los libros con más carga simbólica e imaginativa que se hayan escrito nunca y de que continuar y no desfallecer en el esfuerzo era la única manera de sentirse vivo en este mundo de locos desgobernado por los gobiernos de la discordia.

La soledad se pega a las patas de la mesa en la que el artista crea su obra, a la lámpara de aceite junto a la que el poeta esgrime sus versos, y en cada uno de nosotros cada vez que nos sentimos indefensos ante tanta catástrofe anticipada y resuelta de mala manera por los ruidos de la pólvora y la crueldad de los cobardes. A la soledad que nos asola y nos corrompe haciendo cada vez más grandes las distancias entre los pueblos, de cuyo deterioro el cono sur ha sido uno de los grandes perjudicados de la historia, aludía García Márquez en su discurso ante la academia sueca con motivo de la entrega del premio Nobel de literatura que fue a parar a sus manos en 1982, vistiendo el característico Liquiliqui del Perú en lugar del protocolario frac o chaqué de rigor, y sin duda sintiéndose bastante solo en medio de aquella muchedumbre de gente bien educada que poco o nada sabría entender de lo que hay fuera del negocio de las letras, de la imprenta y el comercio de ejemplares, por no hablar del tráfico de influencias y las incomprensibles nominaciones así como de la asombrosa coronación de muchos autores muy conocidos en su casa a la hora de comer. Y de esa soledad quería yo hablar, de la que acontece en los refugios de la inspiración y permanece a la espera de la compañía de otra soledad que la comprenda en medio de la clarividencia de unos ojos que se hacen pasar por locos de lúcidos que son, como la del voluntario encierro de Marcel Proust, ejemplar donde los haya, o la de tantos otros con cuya obra nos sentimos menos solos e inmejorablemente acompañados..


6 comentarios:

  1. ¿Que hace que un persona triunfe en la vida?Quizás la tenacidad,el trabajo,un golpe de suerte o nacer con buena estrella...la cuestión es;cuantos genios se quedaron en el camino sin poder enseñar al mundo sus obras o se las reconocieron a título póstumo.
    Un abrazo amuleto!!

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    1. Lo del éxito es algo que cada vez con más claridad veo con peores ojos, si hablamos de lo concierne al concepto que se trata de inculcar en la sociedad actual cargada de telebasura y peor prensa, de modo que con que te dejen vivir en paz y mantengas una más o menos poco tormentosa mala salud de hierro puedes decir que estas triunfando. Lo que admiro es el tesón y el talento de personas como García Márquez o Muñoz Molina, como Mozart o Beethoven, que son ejemplos de buenos árboles a los que arrimarse para no acabar salpicado de mierda hasta las orejas. El resto, basado en la tranquilidad y el sosiego, es la matería base a partir de la cual tendríamos que tratar de conocernos mejor para irnos de este barrio sin la imperiosa necesidad de salir en la tele ni en la desvergüenza de las revistas para creer que hemos triunfado.

      Mil abrazos.

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    2. Querido Clochard,no creo que triunfar sea salir en los medios de comunicación pero,si a Gabriel García Marquez no le hubiesen públicado sus escritos hoy no le estaríamos leyendo.Creo que el triunfo o exito de una persona es sentirse bien con lo que hace y después si puede vivir de ello,mejor que mejor.Luego estamos los humildes obreros que tenemos que seguir trabajando para levantar este pais.Digo yo...Un triunfal abrazo!!

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    3. Estoy plenamente de acuerdo con lo que dices. Un poco de suerte es necesaria para que el éxito de la felicidad que uno pueda tener en su día a día sea compartido por los demás mediante la fama, siempre y cuando ésta no sirva para deteriorar la autenticidad de lo que se hace, caso ejemplar en el ejemplo de García Márquez. Tambíén se encuentra el éxito en sentirnos bien con lo poco que hacemos, y sobre todo en no sentirnos deudores con nosotros mismos, es decir en tratar de llevar al pie de la letra nuestros principios; ese es creo yo el verdadero éxito.

      Mil abrazos.

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  2. Clochard:
    ¡Ay, si supiéramos el secreto del éxito ya lo tendríamos patentado y estaríamos cobrando buenos royalties!
    Lo que sí me parece cierto es que los genios que producen obras de arte han trabajado mucho, han pensado mucho, han leído mucho, han observado mucho -aparte del don que cada uno tenga- y los que somos simples mortales, pensamos que ha tenido suerte, y de esa forma nos sacudimos la envidia y rebajamos la grandeza del genio.
    Yo también coloco a García Márquez en el Ibex de los escritores.
    Salu2.

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    1. Dyhego:

      No he pretendido hablar de los secretos del éxito sino de la admiración que siento por esa soledad creativa que da como resultado obras de la talla del Gabo. Por otro lado utilizar un término como Ibex, de origen bursátil o corrígeme si me equivoco, no está a la altura de la nobleza de la literatura del estilo y la grandeza de Cien años de soledad, por ejemplo, aunque entiendo la comparación. Sigamos contemplando el espectáculo del mundo.

      Salud.

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