Cada vez que llego a un nuevo destino surge en mí un momento de reflexión acerca de los lugares en los que he ido parando hasta aparecer por aquí. Me resultaría difícil hacer un inventario de las estaciones en las que estuve a punto de perder un tren, de los aeropuertos en los que sin saber por qué no se interrumpía un pitido, de las manos que marcaban un billete de ida dándole el visto bueno y de las taquillas tras las que me avisaban de que tendría que viajar de pie; de las veces que cargaron mis brazos con el peso del equipaje o de las consignas en las que reposaron mis bultos mientras visitaba una ciudad por unas cuantas horas.
Plazas, calles, avenidas, caras, bares, mercados, bibliotecas y carreteras a las que llegué por culpa del oficio, con su ir y venir que me ha convertido en ciudadano del mundo y me ha mezclado los acentos. Bien es sabido que uno es de donde pace y tiene el chusco, cosa que me hace sentirme orgulloso de haber sido tan bien recibido en Triana. Lo demás son muchas tretas para llegar al mismo sitio antes de que nos gane el pulso la parca.Decía Miguel Delibes que quien viaja con la presunción de estar de vuelta de todo es un observador frustrado, y para lanzarse a conocer la profesión con relativa profundidad es menester viajar al estilo del maestro vallisoletano, con la sensación de asombro intacta y con una cámara de fotos en las retinas. Compañeros, jefes, clientes, amigos y vecinos. Costumbres, fiestas, fechas y hábitos de los pueblos en los que se encuentra el escenario de la vida que se ha llevado. Diferentes nombres para las mismas cosas. Un nuevo manojo de llaves, otra morada. Un nuevo cuarto en el que al despertar te preguntas quién eres y qué haces aquí. Las cavilaciones propias de la vigilia mañanera que miran a través de otra ventana distinta a la de ayer, bajo un flamante techo y un fresco horizonte. Emplazamientos en los que uno vuelve a ser una esponja absorbiendo detalles y datos a tener en cuenta, pormenores con los que se distingue la casa, procedimientos que nunca antes se habían instalado en la mente y que acaban siendo de la familia del entendimiento.Cuantos hemos asumido el papel de trotamundos de la profesión pensamos que llegará el día en el que nuestro culo deje de ser inquieto, cosa que vamos rezagando como el alumno acostumbrado a dejar para el último momento la preparación de sus exámenes amenazados por la emoción y el suspense de un escaparse por los pelos propio de lo andado. Cada vez que miramos determinados objetos que llevan acompañándonos una pila de años, como alguna que otra maleta o un despertador, como los libros de cabecera que nos salvaron la vida o las desgastadas herramientas del servicio, plumas y sacacorchos, que se niegan a quedarse por el camino, empezamos a tener constancia de que las cosas viven y merecen un cuidado ¡si éstas hablaran! Y la memoria, esa fiel compañera que nos pone al día mezclando presente con pasado, se encarga de adaptarnos al infinito repertorio del ahora en el que acabamos de instalarnos y que tanto nos trae a la cabeza la figura de un Sócrates urbano y ciudadano de la orbe moderna que solo sabe que no sabe nada y que la mitad de lo aprendido está escrito en las suelas de sus zapatos.
BIENVENIDO NO...TRIANA ES TU CASA AMIGO MIO!!!! CON LO QUE PUEDES ENSEÑAR, PESE A TU PRUDENCIA, TU EDUCACION , TU CAPACIDAD DE ESCUCHAR...CÓMO NO VAS A SER BIEN RECIBIDO POR DONDE VAYAS SEÑOR CLOCHARD? AUNQUE MO TE SUELA LLAMAR ASI. UN BESO
ResponderEliminarEstimada AnónimA:
ResponderEliminarLe vendría muy bien a usted ponerse un nombre, el de cualquier planta o flor le caería de maravilla para salir del anonimato. Muchas gracias por la hospitalidad que me brindan los trianeros y trianeras entre los que usted se encuentra. Es un placer, es "Puente y a parte".
Cuídese mucho que le vamos echando de menos. BESOS.
Querido Clochard,es seguro que hayá donde fueres y fuiste dejaste buena cuenta de tí,por qué eres auténtico pero,por favor,no solo vivimos de recuerdos vuelve a visitarnos,te echamos en falta...un abrazo bohemio!!
ResponderEliminarQuerida Amoristad:
ResponderEliminarEl mundo es un pañuelo que da gusto recorrer cuando la sensación de libertad tiene el fin de la templanza con la que continuar aprendiendo a andar, del encuentro con el descubrimiento que nos hace más humanos y algo menos necios. Pasar por Cantabria me regaló los encantos de personas como usted. fue un auténtico placer con el que a veces sueño.
BESOS.
El hogar de uno es aquél donde tiene comida y calor en el corazón.
ResponderEliminarAlgo así debes sentir en cada destino. Además las experiencias suman para la sabiduría, como se ve en tu entrada.
Un abrazo
Mery:
ResponderEliminarEn cada nuevo destino siento que es un privilegio poder pararse a pensar que llega una nueva oportunidad de renovarse, de reinventarse, de volver a empezar con la curiosidad de la infancia. Esa sensación de imaginárselo todo infinito, es la que mueve el motor de los pasos de la exploración de todo cuanto tenemos delante y le da el verdadero valor a las pequeñas cosas, muchas de las cuales acaban siendo la piedra angular de le existencia. Muchas gracias.
Un abrazo.