sábado, 21 de abril de 2012

El Primer Hombre.





El pasado mes de Enero tuve la fortuna de ser obsequiado con una obra en la que la virginidad y el silencio, la parte que aún no ha sido concebida y las notas a pie de página, conformaron en su día el borrador sobre el que un hombre contaba la historia de la búsqueda de su progenitor, del primer hombre. Papel sobre papel, de su puño y letra, en el interior de una carpeta, con infinidad de datos con los que posteriormente completar las ideas originales, era en lo que consistía este tesoro autobiográfico en el fatídico momento en el que un accidente de automovil puso fin a la existencia del orgullo del ejemplar hombre absurdo, cuando a penas habían pasado un par de años desde que le fuese concedido el  premio Nobel de literatura, cuando, como él decía, su obra no había hecho nada más que comenzar. Cuando para siempre estaremos con Albert Camus y cuando uno siente tener en las manos, en el caso del Primer Hombre, un documento único y una absoluta sensación de privilegio.

A medida que avanza la lectura es palpable, y se contagia, la importancia que Camus le dio al cultivo de la espiritualidad mediante la cultura desde que era niño. Madurez que sorprende y que nos acerca a la persona hasta sentirnos cómplices de quien narra. Y eso que en buena parte de la época sobre la que se centra el relato, su infancia, no le fue precisamente fácil, debido a la profunda pobreza de su familia, tener acceso a los libros de la manera que él anhelaba. Una lámpara de petróleo, una estrecha escalera de madera y un gallinero al que accedía superando el miedo que no se podía permitir tener. Una madre ensimismada en la ventana, como en perpetua espera del primer hombre, como una Úrsula de Macondo soportando el paso del tiempo acatando la soledad, alrededor de la cual no deja de bullir el mundo, como forma de vida, y una abuela legisladora y mandataria junto con su tío y un perro, al que se le acaba teniendo el mismo cariño que al de la Caverna de José Saramago, conforman la parentela y las bases del entorno al que el protagonista se adapta dando muestras de sobresaliente habilidad e inteligencia, y con la que se enfrentaba a la vida a pesar de las dificultades que suponía el nulo bagaje cultural de sus mayores y las dificultades que eso le podía  acarrear al mero hecho de la comunicación, del diálogo sobre las incipientes inquietudes que siendo un retoño poseía Camus.

El análisis psicológico, mediante la manera de actuar de cada uno de los personajes que van saliendo al paso, desde sus inseparables amigos, pasando por los ya mencionados miembros de su familia, al primer profesor, que llegó a ocupar el lugar de máximo referente en el que verse reflejado con un férreo sentido de la igualdad, hasta los transeúntes de esa ciudad del norte de África desde la que Francia era vista como el paraíso en el que se encontraba la cima de la civilización y del que algunos hablaban como algo perteneciente a otro planeta, nos hace participes de aquellos días, de aquellas calles y tranvías y de la manera en al que se vivía en el argelino distrito de Belcourt.

La sensibilidad de la ciudadanía con los animales, las normas morales de la lucha por la vida de los pobres, los trabajos de verano con los que unos cuantos francos suponía algo del ansiado oxigeno y el trascendente y emocionante momento de la aprobación, por parte de la abuela, para que el joven pudiera seguir estudiando, a pesar de ser necesaria la aportación de su esfuerzo, ponen el corazón en un puño y atestiguan cuales fueron los cimientos de los razonamientos con los que se forjaría una de las consciencias más firmes del siglo XX.

Un paseo final por los cursos del Liceo, por la sensación de diferencia de la que no podía desprenderse y de la que se sentía orgulloso, por un año tras otro demostrando genio y destreza, entereza y una estudiosa y combativa templanza reflexiva le llevarán a ganarse los elogios del profesorado y a recibir premios de fin de curso ante la impávida y emocionada mirada de sus congéneres, junto con alguna alusión a un viaje posterior, cuando ya habían pasado aquellos años, van haciendo que cada vez queden menos páginas de lectura y que el encuentro con el Primer Hombre sea el más emotivo de todos cuantos hayan sido imaginados, de todos cuantos se desprenden del cúmulo de luces y sombras empapadas de la humilde sabiduría de Albert Camus.

4 comentarios:

  1. Sentí lo mismo al leer esta maravilla, como si tuviera entre las manos un trozo de vida. Y sentí la fortuna de haber encontrado una sensibilidad así, como tú bien dices, me sentí privilegiada.

    Camus for ever!!!!(Y sin corregir)

    Un beso y una amapola.

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  2. Querida Blimunda:

    Encuentra uno, con autores como Camus, la puerta para desvelar la sencillez de los secretos de realizarse como persona. Me resulta tan íntegro que, lea lo que lea de él, siempre supone el acercamiento a un manual del conocimiento al que poder hacerle caso.

    Besos, prosas y versos.

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  3. Querido Clochard:
    Me lo apunto,siempre es mejor leer a gente que te puede enseñar a crecer como persona desde su rica experiencia,que libros de autoayuda llenos de "trucos mágicos" para "aceptarte y quererte más".Albert Camús que en paz descanse!!

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  4. Querida Amoristad:

    Camus es un alma limpia y llena de sabiduría. Disfruta, si tienes la oportunidad, de sus libros, en los que se encierran conceptos y mensajes de los que aprender mucho.

    Mil besos.

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