lunes, 9 de abril de 2012

Lacerantes bastidores.








En este ilustrador oficio, me refiero a la hostelería de nivel, en el que tanto se disfruta y aprende, en el que cada día es bueno para que la realidad te deje perplejo y la rutina pocas veces se apodere de los acontecimientos, salvo en lo estrictamente técnico y no al cien por cien, dejando la sensación del arroz que nunca sale igual, de la partida de cien botellas de vino cada una de las cuales es capaz de albergar un matiz diferenciador a pesar de proceder de la misma añada y bodega, no resulta fácil, en ocasiones, mantener la calma y el equilibrio que te hagan dar lo mejor de ti. Como en todos los gremios.

La manera en la que te hayas despertado ese día, el comentario mal interpretado, la tergiversación de la información correspondiente a un pedido que te hace vértelas con un comercial, el retraso de un encargo sin el cual no puedes continuar por donde querías, la contestación que hace de un grano una montaña y ese tipo de cosas que se aderezan con celeridad e intransigencia, nos hacen caer en el error de perder el tiempo con lo que no nos lleva a ninguna parte, e invertirlo en la insensatez de la disputa por querer tener razón como recompensa y muestra de superioridad. Y sin querer dramatizar puedo afirmar que estas situaciones en muchas ocasiones dan al traste de lleno con una jornada que se presumía radiante y gozosa como un aprendiz recién salido de la escuela y en cambio comienzan boca abajo y patas arriba por culpa de una nimiedad que nos conduce a la ceguera de no darnos cuenta de la fortuna.

Y después viene el directo y ahí no se te puede notar. La maestría aquí consiste en relativizar y someter a los mecanismos del olvido aquello que puede enturbiar la transparencia de la escena.
Pero eso pasa en las mejores familias. Pero Lo peor, lo que no tiene nombre es cuando se pretende meter la cabeza por un agujero de diminutas dimensiones, consiguiéndose el objetivo con el consecuente daño que propina la intransigencia, caiga quien caiga, sea como sea, justificando los medios cargados de irracionalidad, revelando que la brutalidad es la panacea del método a seguir y la bandera del honor.

Ha habido quien se ha encargado de sembrar la era con este ejemplo, durante años, como procedimiento para llegar a lo más alto, como es el caso de la mayoría de los restaurantes de élite, tratando de convencer, a quienes ansían beber de la fuente del conocimiento del maestro, de que las cosas son así y no hay otra, a costa de… si, de humillar constantemente a cualquiera de los miembros del equipo que no entendiera, o entienda, ya que hoy sucede, al instante las ordenes a seguir, actuando con funestas muestras de salvajismo cívico.

Mi profesión, cargada de incultura, ha sido muy dada a esto. A donde hemos llegado, dame otra pastilla de apocalipsis now.
El reto no solo consiste en hacerlo bien de cara a la galería por muy buenos que nos digan que somos. El reto está en auto-realizarnos para ser igual de buenas personas que de buenos profesionales. He formado parte de equipos que actuaban con el rigor y el acierto de una filarmónica porque solo existía eso: glamur y precisión atiborrados del oscuro silencio en los callejones del vestuario, y de mucho miedo, en el que parece que nadie se conoce y en el que la jerarquía se pasa de rosca entre gente tan joven. Corriendo los tiempos que corren parece mentira. Y así no suena la gaita humanamente porque hoy uno, mañana otro, luego fulano, después mengano y zutano, cada uno de ellos en sí mismos auténticos diamantes, y finalmente el desfile es un rosario de abandonos que obligan a reconvertir la brigada. Pero claro, hay cien esperando en la puerta.

Que cada cual lo coja por donde quiera, pero yo sigo pensando que existe vida inteligente en otros planetas. La más firme prueba es que aún no han venido a visitarnos.


6 comentarios:

  1. Me gusta mucho tu último párrafo,...hay vida inteligente, pero ni se la va ni se la espera!!!

    Mola que te hayas pasado por mi blog;)
    Yo me pasaré por aquí,..

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    1. Bienvenido Sandler, por aquí andaremos tomándonos algo, y lo dicho, que vida inteligente ya te digo yo sí hay...

      Salud.

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  2. Querido Clochard,hay gente tan pobre que solo tiene dinero.Con lo bonita que es esta profesión,hacen que se deshumanice,viendo a el cliente como ingresos y al obrero como maquinas.Que triste.Menos mal que no tienen razón y que hay gente con pasión y ganas de hacerlo bien.Un abrazo.

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    1. Querida Amoristad:

      Lo peor es la pelea de sabuesos en la que se convierten los interiores , lo que el cliente no ve, de los restaurantes de élite, en los que da vergüenza y repugnancia ver como se desenvuelven los jefes de turno, los dobermanes adiestrados para arrastrarse con sus bocados....Fuera, fuera!!!

      Salud.

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  3. Hola, te he encontrado revisando el blog de Blimunda, no me había contado nada; es que últimamente casi no tenemos tiempo para charlar (con lo que nos gusta). Me alegro que este blog, ansiado por gente que te quiere mucho , sea ya una relidad.
    Encuanto a tu entrada siento mucho tener que darte la razón, lo siento porque estoy convencida de que esto mismo ocurre en muchos otros trabajos, oficios y ocupaciones y es que... los humanos tenemos esta condición, menos mal que no todos, y menos mal que no entre mis amigos.
    Saludos y hasta pronto.

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  4. Sea usted bienvenida Doña Tournesol:

    Sírvase algo, está usted en su casa. Pues sí, es incongruente ver como en sitios en los que cuesta comer 200-300€ por persona hay jovenes trabajando, sin cobrar, que duermen en el sótano de la cocina en condiciones tercermundistas, hoy en día.

    Salud.

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