lunes, 30 de abril de 2012

Puerta cerrada, ventana abierta.







Esta tarde, mientras estaba haciendo las maletas para afrontar un nuevo desplazamiento, en esos momentos que se salpican de tristeza, porque uno está siendo testigo del traslado del campamento que durante un tiempo se asentó en una zona especialmente agradable, son también frecuentes los pensamientos en torno al nuevo destino. Me rondan la cabeza caras que todavía no he visto, personas con las que entablaré amistad, lugares que formarán parte del currículo de lo andado, privilegiadas calas a las que poder llevarme un libro para volver a salvarme la vida y costumbres con las que entrar en contacto enriqueciendo los hábitos con gestos que hasta el momento no habían aparecido por mi ser. Se trata de un momento de soledad en el que el ser humano se siente atraído por la sensación de seguridad de que algo acabará por olvidársele. Siempre han tenido los traslados ese matiz de algo inacabado, puede que debido a la no continuidad, y un cierto aire en el que entra la posibilidad del reencuentro quién sabe cuándo.

La mudanza tiene un componente de silencio en cada prenda que se dobla, en cada libro que se embala, en cada percha que se descuelga y en cada recordatorio de lo que siempre se nos escapa del plan inicial de partida; y a medida que el apartamento se va viendo vacío nos entran unas ganas de hablar a solas, en forma de solitaria despedida de esas cuatro paredes que nos han acompañado y soportado durante los últimos meses, con el espacio en el que dentro de unas horas ya no se encontrarán nuestros huesos sobre esa cama, ni nuestra espalda reclinada en ese sofá en el que fueron un lujo los ratos de lectura sin los que no podían terminar los días durante aquellas noches, ni nuestros dedos enfrascados en espuma de jabón frente al espejo del baño, ni nuestras manos agarrando la esponja con la que se friegan los platos, ni nuestro cuerpo entero viéndose reflejado a la hora de probarse la camisa que entona con el pantalón.

A medida que voy repasando el polvo de los huecos que han quedado descubiertos, con motivo del movimiento de todo cuanto forma parte del equipaje, pienso en quién será el próximo inquilino y en si le servirá de algo el halo, la energía que aquí deposité sin otra intención que vivir en paz y continuar soñando. Qué títulos conformarán la próxima biblioteca que aterrice por este apartamento de Triana, qué amigos dirán eso de que esto huele a hogar, qué marca de café acabará refrigerándose en la nevera, que música será escuchada; todo queda a mereced del tiempo que nos trae y nos lleva como motas de polvo por los caminos de un recorrido frecuentemente incierto en el que cada curva es motivo de un descubrimiento, y las despedidas hay que aprender a celebrarlas por tratarse de la ventana que se abrió tras haberse cerrado una puerta. Como la puerta de esta rincón, que mañana será cerrada por mis manos, y como la ventana de aire marinero que me acompañará en el inmediato diario de Conil de la frontera.

8 comentarios:

  1. Lo importante es que vos sientas ese lugar como tuyo, ir convenciéndote de ello, para olvidar el otro, o al menos no añorarlo tanto.
    Me gustó leerte y encontrarte.
    Gracias.
    Alicia

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. En ello estaré, Alicia. Sintiendo el aire fresco de la costa gaditana hasta hermanarme con ella y con sus gentes. Gracias por tu generosidad.

      Salud, salud, salud...

      Eliminar
  2. Nunca he sentido los traslados de esta manera tan melacólica, me encanta cambiar de lugar siempre que sea a mejor claro, se cierra una página y se abre otra. Así se construye la historia de las personas dejando pedacitos de uno por los lugares que ha pasado y por las prsonas que ha conocido.
    Espero que en tu nuevo destino seas igual o más feliz que en este que hoy pasa al "rincón de los lugares habitados".
    Saluditoss!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La melancolía viene dada del hecho de haber sentido profundamente una estancia que acaba con sabor a regreso en cuanto pueda. También me encuentro muy contento de saber todo lo bueno y diferente que me espera. Gracias, Gloria.

      Salud, salud, salud...

      Eliminar
  3. Imagino que para eso están los recuerdos, para volver cuando uno lo desee, cuando venga ese olor, ese matiz, ese gesto del tiempo del que nosotros mismos somos cómplices: los cambios dentro y fuera de nuestras vidas.

    Entrañable entrada,

    besos.

    ResponderEliminar
  4. Los buenos recuerdos y el mejor olvido. La dulce añoranza que nos estimula tanto. La nostalgia cargada de la posibilidad de repetir...la vida con su ir y venir, y que no pare, Lourdes, que no pare.

    Salud y besos.

    ResponderEliminar
  5. Me da un poco de pena porque sé que lo pasas tal y cómo lo cuentas, pero esa ventana y la actitud con la que dejas entrar el aire del mar no puede ser nada más que la de un pájaro, y eso te salva siempre.
    Buen viaje.
    Excelente entrada.
    Un beso y amapolas en el campo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Así es, Blimunda. Por disfrutar hay que disfrutar hasta de eso. hacer y deshacer maletas es una buena prueba de la dinámica que nos ofrece la vida para después buscar el sosiego, de la mejor de las maneras, en cada nuevo destino.

      Mil besos.

      Eliminar