miércoles, 24 de agosto de 2016

Almas limpias

Resultado de imagen de el poder de la mente
Me cruzo durante mi paseo de esta mañana de casi finales de agosto que se niega a poner en marcha la cuenta atrás del reloj del tiempo libre con un grupo de personas muy especiales, seres humanos con rostros tras los que se adivina una diferencia, un magnetismo de caramelo de tristeza e incomprensión, de dulzura descafeinada por algún tratamiento, almas que parecen salidas de otro planeta, hombres y mujeres en los que supongo la maestría de una imaginación que llega uno a percibir en ese tipo de miradas distanciadas del suelo por un pensamiento abstracto y al mismo tiempo firme, unas veces pétreo, otras descuidado, ensimismado, a su aire, libre, de otra galaxia en la que se debe roncar a pierna suelta mientras se duerme como un tronco, como Nakata, ese personaje de Kafka en la orilla de Haruki Murakami, personas cuyo reloj mental no se parece al nuestro porque no es de cuerda floja sino de pura y dura autenticidad, de un modelo de sinceridad por cuyo desuso acaban las cosas transformándose en lo que no son y confirmándose de esta manera la enfática manía de la civilización en sacarle provecho a un cinismo bárbaro y contumaz. Me cruzo con ellos y me acuerdo de Jack Nicolson en Alguien voló sobre el nido del cuco, dentro de esas cuatro paredes en las que la transformación de quienes allí viven es lo más parecido a esos versos de Gloria Fuertes que dicen algo así como que por La Mancha Sancho se aquijota y Don Quijote se ensancha, como si quisieran describir esa metamorfosis provocada por la intensa relación que los pacientes de un centro psiquiátrico mantienen con un recién llegado que de loco no tiene nada, sino más bien un exceso de lucidez que viene a representarse en su capacidad de adaptación al entorno que le ha tocado en suerte por la desafortunada decisión de un jurado médico; eso si que es una verdadera transmutación hacia la transparencia, hacia la misma transparencia que irradian las pupilas de estos seres con los que hoy me he cruzado en la Puerta de Jerez, cogidos de la mano, sonriendo, mirando a su alrededor con el afán de descubrimiento que tienen los que han estado mucho tiempo encerrados o salen muy poco a la calle. Cuando uno trata de mirar lo que hay detrás de los ojos de la gente puede encontrase con un regalo que parece haberle sido otorgado por el curioso mecanismo de un destino en el que no cree, pero del que se desprenden los detalles para convencerse de que, por extraño que pueda parecer, la bondad existe, o al menos eso saca uno en claro después de su breve fabulación, y por consiguiente es posible creer en las personas de carne y hueso que comparten un trozo de tierra firme y unas bocanadas de aire unas veces más limpio que otras. A veces encuentra uno el aliento que necesita en los renglones torcidos de Dios, en el sosiego de las almas limpias de los enfermos mentales.

4 comentarios:

  1. Siempre me ha llamado la atención ese mundo y más de una vez me he preguntado:¿Dónde está la línea que separa la cordura de la locura?
    Un abrazo alocado!!

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    1. Puede que sea una línea tan fina como la que separa el tedio de la pasión. El ser humano es objeto de un estudio apasionante.

      Mil Abrazos.

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