sábado, 13 de agosto de 2016

El Holocausto del verano

Resultado de imagen de incendio forestal

Fuego, fogo, lume, fire, feuer, feu, fog. Arden los brazos de la tierra en un manantial de fiebre enfurecida, los bronquios del planeta en las ascuas de la destrucción, los pulmones de la atmósfera en una tragedia tan espesa como la lava de un volcán; arden las raíces y los troncos y todo lo que se ponga por delante del caballo de Atila del incendio forestal; arden las entrañas del oxigeno que van siendo envenenadas por el alquitrán y la nicotina y el cianuro de las malas intenciones; arden las hojas en las que se escribe el relato de la venganza en el que se constata que el hombre es un lobo para el hombre, una pesadilla de calor encolerizado, un desajuste en la sustancia del cerebro que le lleva a cometer el más incauto de sus actos, su suicidio en el doloroso llanto de otros que en sí mismo se hallan pero de los que se desentiende con la pena de muerte del fósforo de las cerillas, con la adicción a las fallas de un bidón de gasolina; arden los pístilos y los pámpanos y no hay río que lo apague, los frutos y las ramas y no hay océano bajo el que sumergirlas, las yemas de la futura flor y las copas de los árboles como antorchas malditas que consumieran las esperanzas de que una planta siga viva; arden los campos y los bosques transformándose en las piras de esta inquisición moderna de la inconsciencia y el desbarajuste y el despropósito y el terror; arden las inmediaciones de una aldea hasta que se les mete el miedo en el cuerpo a todos sus vecinos, hasta que hay que salir corriendo, hasta que parece que nunca llega un equipo de salvamento, ni un camión de bomberos, ni un helicóptero ni un avión ni un Dios que con sus lágrimas atenúe la insostenible combustión de la lumbre encendida en un lento y continuo a quemarropa, ni un cubo de agua, hasta que las llamas calientan las esquinas y las puertas y las ventanas del poblado invadiendo el hogar en el que un inmóvil y enfermo anciano no puede ser rescatado y fenece chamuscado como el tizón, hasta que un guarda forestal queda atrapado en el laberinto de la tragedia sin escapatoria y se calcina como un cadáver en el crematorio de los vivos. Da miedo ver el mapa, las señales, el pronóstico, las previsiones para mañana, la extensión de la humareda sobre ciudades como Marsella, sobre islas como Madeira, sobre regiones enteras como Galicia. Qué locura. Pastos, rastrojos, cortafuegos atravesados por la velocidad que le imprime el aire al avance del holocausto caliente del verano, a esta fragua de Vulcano derritiendo fincas y parcelas, convirtiendo miles de hectáreas en desierto, en sangre negra de cenizas, en asfixia cancerígena, en cosechas socarradas y coronadas por el terrorífico aroma de los humos de este infierno. Fuego, fogo, lume, fire, feuer, feu, fog.

2 comentarios:

  1. ¡Malditos pirómanos y malditos aprovechadores de lo quemado!

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    1. Qué vergüenza, qué pena, qué bajo hemos caído.

      Salud, Dyhego.

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