viernes, 20 de abril de 2012

Destellos de óleo fresco.




Ese primer instante del despertar, ese abrir los ojos y encontrarse ante esa panorámica que nos expone el mundo limpio y con destellos de óleo fresco, es una de las sensaciones que ningún ser humano debe pasar por alto, siempre y cuando disponga de la posibilidad y la mínima capacidad de reflexión para valorar la  fortuna que supone disponer aún de buena parte del tintero, lleno, y acariciar la certeza de que el papel en blanco, que en muchos lugares se imprime con las letras de la guerra y las pesadillas de las hambrunas más crueles, para él es uno más de los regalos por haber nacido de este lado pudiendo permitirse el lujo de echar algún borrón sin que parezca tener demasiada importancia. Las luces que van habitando el cuarto nos van avisando poco a poco, en compañía de la filarmónica de los pájaros, de la entrega de un nuevo capítulo de esta novela de la vida en la que cada cual va escribiendo a ratos, llamados tiempo, todo lo vivido para que más tarde la memoria se encargue de hacer uso del buen olvido.

Como un pan recién salido del horno se despereza nuestro cuerpo de la temperatura del camastro y del recuerdo de los sueños inmediatos que tan profundamente se encuentran en las autopistas del subconsciente y, mientras el agua de la ducha cae en nuestra cara y enjabonamos el cuerpo, empezamos a ser participes de los planes de un inminente futuro que contará con la ayuda de un placentero desayuno, aromatizado con el silbato de esa cafetera que tanto se encarga de evocarnos escenas de películas en las que este momento encierra algo de nostalgia. Y un pasillo nos recibe con los brazos abiertos para que la aventura del zumo de naranja nos estimule tanto como el aroma de las tostadas y la escurridiza pulpa de las rodajas de tomate con las que poder seguir diciéndole al presente que hay vida todavía.

El vecindario comienza asimismo a dar muestras de salud y, entre besos de niños que marchan al colegio y asiduos al portazo, el monótono salpicar del agua saliendo de las macetas, procedente de un patio sevillano, se convierte en otra forma de silencio. La mirada queda fija en esa hoja en la que, para que la retentiva no nos falle, se han ido apuntando los recados y las accesorias obligaciones que tantos minutos nos roban y de las que nos sentimos presos advirtiendo lo mucho que nos gustaría dedicarnos en cuerpo y alma a lo que tanto nos gusta, mientras se apura la calada del pitillo más glorioso del día y, entre el humo que se desprende formando una efímera niebla muy apta para los versos, a penas reparamos en que puede que este sea nuestro último momento de calma porque nos sentimos seguros y plenos a pesar de que nos aplasten las dudas de lo que nos encontraremos en la calle. A partir de ahí, minutos después, nos enredaremos en el torbellino de miles de vidas desperdiciadas en este incesante álgebra de la oferta y la demanda, y algunos afortunados volverán a prometerse un desayuno como el de esta mañana.

4 comentarios:

  1. Una entrada con olor esta, al detalle, con la lentitud gustosa de la mañana.
    El desayuno es uno de los momentos del día que más me gustan. El día está como nuevo y la perspectiva de las horas por delante me gustan tanto...
    Sí, Clochard, qué gusto despertar...Y nunca hubiera acertado yo con una imagen tan buena como la tuya, con esos destellos de óleo fresco.

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  2. Querida Blimunda:

    En esos instantes de reflexión cafetera hay un aura de pureza con la que el alma sueña despierta, y mucha inspiración y buenos sentimientos que se contradicen, plenamente, con la jauría de la incivilización que se encuentra justo detrás de la puerta.

    Besos, prosas y versos.

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  3. Querido Clochard:
    El olor a café recien hecho me transporta a mi niñez y, el oleo más bello que se viene a mi mente es, cuando mi mama se acercaba para besarme por la mañana y, yo me hacía la dormida cuando en realidad llevaba rato oyendola trastear en la cocina...gracias a tí por tantos cafés en tan buena compañía.Un abrazo fuerte!!

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  4. Querida Amoristad:

    Dice Antonio Muñoz Molina que es importante tener buena memoria, pero que es más importante aun es disponer de buen olvido. me alegro de que tu memoria te haya conservado esa parte de nostalgia sin la que no serían tan placenteros los pequeños momentos, como el del desayuno, que nos regala cada día.

    Mil besos.

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