martes, 16 de agosto de 2016

Los diferentes


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Hay personas que forman parte de un repertorio de auténticos protagonistas de la diferencia, de esa frecuente exclusividad que valoramos a la baja y de la que nos sentimos avergonzados, a la que tememos y de la que huimos como de una enfermedad contagiosa, seres únicos que habitan como en un mundo aparte, en una galaxia en cuyas constelaciones de lo superior la muchedumbre no repara pero se entretiene en cambio en marginar sin reparos por no entender lo que dicen sin hacer el más mínimo esfuerzo por ponerse en otra piel, cosa que confirma nuestra incapacidad para vivir con intensidad en relación con aquellos que se encuentran separados de nosotros por una gigantesca minúscula distancia que nos negamos a ver, desinteresándonos, no queriendo saber nada debido a un miedo latente y proscrito por los cirujanos de los complejos de inferioridad y por los mitos del hombre del saco, por otra más de las vertientes del acuerdo categórico del ser según el cual es correcto multiplicarse pero de acuerdo a un canon y creencia explicitamente proclamado y fuera del cual nada vale. Dentro de este grupo se encuentran algunos vagabundos tras cuya mirada se extiende el campo de visión de un  pensamiento no convencido de que la lucha por el sustento, por salir de la puerilidad de la misérrima condición de dormir en la calle, parece que sea su único objetivo ni su mayor preocupación; se deposita en ellos un halo de imaginación y de profundidad, un eco de reflexión como en busca de resolver la ecuación que le aporte la solución a un teorema matemático aún sin comprobar pero de cuya existencia se tienen mucha sospechas. Se encuentran también aquellos que caminan con las manos en los bolsillos y mirando al suelo, bien vestidos y bien peinados, sin una mota de polvo en sus cabellos ni rastros de oscuras rozaduras en los cuellos de sus camisas, gente que sin llegar a tener un aspecto de fatiga parecen un poco cansados de darle vueltas a la sinrazón de las razones que se imponen como un dogma o como un código de circulación en nuestro hacer las cosas de cara al exterior, exponiendo en una galería  de arte manido y plagiado al Dr Jekyll que cada uno llevamos dentro dejando a nuestrro Mr Hide que haga de las suyas cuando nadie nos ve, mientras esos seres cabizbajos continúan en el desierto de su verdad, en la pesadez de su transparencia, en la ingratitud que reciben como un puntapié del primer individuo que se cruce en sus caminos y vea en ellos la presa perfecta, la carne de su cañón, la diana en la que desquitarse de sus insatisfechas, por mezquinas, proposiciones de seguir a bordo del barco del orgullo de la ignorancia jactándose de no usar chaleco salvavidas; pero el silencio que guardan esos catedráticos del mutismo, los auténticos filósofos con cuya sombra se iluminan las dudas y se hacen posibles las esperanzas de no ceñirse a una cerrilidad que va camino de mal endémico, es directamente proporcional a su inteligencia, es su arma más eficaz para que quede en entredicho y en evidencia la incompetencia de cuantos forman el hacinado pelotón del borreguismo autómata, cruel, inculto, cínico y pestilente. Es diferente el que riega una flor, el que dice adiós a la pólvora en beneficio de las letras, el que se cuestiona la evidencia de lo obvio; es diferente el que no da un paso al frente para firmar el manifiesto del hacer las cosas como los demás que casi siempre significa, en palabras de Nietzsche, hacer las cosas mal; es diferente el que se niega a pulsar el botón de la hipocresía, el que vive a su aire respetando a los demás; es diferente todo aquel que aspire a ser lo que es, y eso es un síntoma de fiabilidad semejante al de el escritor cuya prosa ha sido descubierta gracias a la sensibilidad tan solo de unos cuantos.



2 comentarios:

  1. No hay nada más patético que el que juega a ser diferente, los que van de postureo, los "snobs" de pacotilla.
    Salu2, Clochard.

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    1. Es que es muy diferente ser diferente que ser diferente; y en estos casos a los plagios siempre se les ven las costuras.

      Salud, Dyhego.

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