martes, 3 de julio de 2012

No somos nadie.







Mucho antes de entrar, desde que venía por la esquina de la iglesia, se le escuchaba decir algo, muchas cosas a la vez, con cierta confusión debido al entramado de diferentes expresiones en el que atropellaba un tema con otro, pero con mucha seguridad. Todos sabían de quien se trataba. Ya está ahí, no le deis cuerda que nos volverá locos, menudo pirado. Su voz se oía cada vez más próxima, cada vez más cercana a las cabezas de todos cuantos nos encontrábamos en el bar, que no nos girábamos por miedo, tras el aviso de Blas el camarero, a que ese desdichado nos fuese a elegir como víctimas de su discurso y su desmedida charlatanería procedente de la locura. Alto y desgarbado, babeando por uno de los extremos de la comisura de sus labios, con un rostro arrugado en el que se perdía la profundidad de las cuencas de sus ojos y un apreciable bulto bajo su axila izquierda. Con el cuello estirado como si su cerebro tratase de encontrar algo en las alturas al modo de la evolución de las jirafas y unas manos encallecidas y abiertas que ejercían efusivos aspavientos sin permitirse un ruido distorsionador ni irrespetuoso. Todo un caballero del trastorno y la posible esquizofrenia, me dije. Un marinero jubilado antes de lo previsto que nunca es pronto, un lobo de mar anclado en tierra vencido por la furia del levante y por la adversidad de la incomprensión, un solitario conversador con las olas de alta mar y la cosida cuadrícula de la almadraba, me dijeron.

Una tras otra las palabras no cesaban de salir de su boca. Hablaba de esto y de aquello con el desmedido aire de naturalidad de quienes saben a ciencia cierta que no serán escuchados por nadie y por eso se permiten el lujo de decir lo que les place y se les ocurre. Después de pedir tres veces disculpas y llenar su vaso de güisqui un par de ellas soltó un billete y no aceptó la vuelta; eso por las molestias, señores, hay que aprender a amar al prójimo, va por ustedes, que dios os bendiga. Y continuaba en su irrefrenable letanía de mensajes propios de la mente de un poeta sonriéndonos y agradeciendo la hospitalidad que le había sido brindada en esta ocasión. Se me venia a la cabeza la imagen del tonto Simón de Santiago Auserón, del loco del pueblo o de la colina, del sabio aburrido de predicar a solas en medio de un montón de gente.

Salió y nadie se dignó mirarle. era demasiado conocida su figura como para ir algo más lejos del típico y tópico comentario de la demencia y la escandalera a pesar de que era un tío muy listo, las cosas como son. Con a penas unos cuantos cruces de miradas volvimos a lo nuestro, a lo de siempre, a la ronda y el hoy pago yo, al hay que ver que calor hace esta noche y todo lo demás, cuando no fue ya su voz abarrotada lo que se escuchó; fue un ruido seco y ensordecedor como el cataclismo de la explosión de una bombona de butano tras el que un señor salido del voluntario cautiverio al que se sometió por unos minutos en el cuarto de baño dijo: "No somos nadie, con lo buena persona que era".

4 comentarios:

  1. Triste es no tener nada por lo que vivir.
    Salu2 vivificantes, Clochard.

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    1. Dyhego:

      Me causan tanto respeto esas personas como perdidas por el mundo con su inconfundible aire de elegante locura que me siento un tonto al lado suyo, y no dejo de pensar en lo jodido que debe ser sentirse tan diferente como para mandar al carajo al vecindario diciéndoles adiós para siempre.

      Salud.

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  2. Querido Clochard:
    Yo creo que son personas con excesiva sensibilidad,seguro que se perturbo por algún amor no correspondido.El amor te da la vida y te la quita al mismo tiempo.Me ha encantado la descripción pareciera una novela y sin embargo es la vida real.Me he quedado con sed de más...Un abrazo fuerte!!

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    1. Querida amoristad:

      Lo que más siento de estas personas es la humillación a la que son sometidas por ser diferentes. Son seres con una tremenda carga de sensibilidad.

      Mil besos.

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