viernes, 6 de julio de 2012

Bibliotecas.







Ahora que me encuentro en la biblioteca del pueblo al que he venido a vivir por unos meses, por estos meses de estío en los que en la costa siempre se necesita un camarero, me pongo a hacer recuento de las que he ido visitando en cada uno de los lugares por los que hasta el momento me ha llevado mi peregrinaje en busca de las habichuelas, fundamentalmente en España, y en todas ellas se encuentra el silencio y el sosiego que te aparta del mundanal ruido y de la absurda discordia sin la que parece que no soportamos la sinvivencia. Y es que se está tan a gusto aquí que uno no saldría en todo el día de esta quietud. La compañía de los libros es inmejorable. los pacíficos estantes repletos de ejemplares de casi todas las materias se encuentran a tu disposición esperando a ser consultados, cargados de números y de letras, de informaciones dadas por todos aquellos que decidieron dedicarse a compartir lo que saben. Las caras de algunos estudiantes en busca del ritual de los ratos de disciplina con los que conseguir superar las asignaturas pendientes les hace parecerse a gente realmente estudiosa. Todo invita al silencioso placer del pensamiento en pos del cultivo.

Recuerdo la biblioteca del barrio del Carmen de Murcia, en la que leí por primera vez "El viento de la luna" y "Ardor guerrero", novela esta última en la que se cuenta el calvario del antiguo obligatorio periodo de formación militar, de Muñoz Molina, y la sorprendente coincidencia de encontrarse junto al antiguo cuartel de artillería en el que uno de mis hermanos hizo la mili y cada vez que obtenía un permiso me decía: "Tú no vayas". recuerdo las de Figueras o Parafrugell, en las que aprendí a hablar catalán leyendo a Josep Pla y a Vázquez Montalbán, en cuyos pasillos paseaba en busca de las expresiones de un nuevo lenguaje en el que cada palabra recién aprendida era un descubrimiento que me llevaba a sonreirle al techo. Recuerdo la de Marbella como un sitio en el que se podía encontrar algo emparentado a un monasterio o a un palacio que la separaba de la algarabía de arena, crema y corrupción que se encontraba unas cuantas calles más abajo. En Sevilla existe un rincón, una casa de la cultura, situado en la calle Pureza, en Triana, cuya planta alta, donde se encuentra la biblioteca propiamente dicha, está recubierta de madera dándole la sensación al lector de encontrarse en una buhardilla misteriosa sobre la que el tiempo se detiene. En esta misma ciudad visito siempre que puedo la situada en la zona conocida como el Chile, en cuyos alrededores se encuentran las reminiscencias de la antigua exposición iberoamericana de 1929,  en la que se respira un ambiente universitario en plena convivencia con los curiosos ojeadores de diarios y aficionados a las filmotecas. En Solares, Cantabria, se cuenta con el privilegio de disponer de un magnífico centro cultural en el que, a pesar de mis maratonianas jornadas laborales, rara era la tarde que no caía por allí en busca del alimento de las letras.

Me he puesto a pensar en esto acordándome de las descripciones que Mario vargas Llosa hace sobre los lugares que fueron sede de su estudio a lo largo y ancho del mundo, y resulta emocionante pararse a imaginar cúales fueron sus vivencias, qué bocetos de posteriores relatos escribiría en ellas, en esos incómodos pupitres de la Nacional de Londres que tanto ama, en esas mesas en las que la mente vaga a sus anchas por el silencioso sonido de los pensamientos y los monólogos interiores que encuentran en estos lugares la paz del autoaprendizaje y la calma de la pureza de la letra impresa.

6 comentarios:

  1. Querido Clochard:
    ¡Que celos!...celos por esa pasión que tienes por "tus libros"y gracias por los ratos que robaste a tú tiempo de paz y compartiste conmigo.Un abrazo carnal!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Bueno, hay que tratar de tener tiempo para todo. Fue un placer.

      Mil besos

      Eliminar
    2. EL PLACER FUE MÍO...MIL ABRAZOS!!

      Eliminar
  2. Qué curioso, acabo de leer un artículo en una revista, titulado " las antibibliotecas". En él se dice que es estupendo imaginar todos los libros que no posee una magnifica biblioteca, los cuales formarían su antibiblioteca, que será mucho mas grande por fuerza
    Tienes unos bonitos recuerdos.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  3. Cada vez que me paro a pensar las etapas por las que hasta el momento ha transcurrido mi vida encuentro una biblioteca detrás de cada una de ellas. Por cierto, me gustaría leer el artículo de las antibibliotecas, debe ser muy interesante.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  4. El artículo estaba en la revista digital Jotdown. En realidad hace una mención sencilla a las antibibliotecas, pues luego se extiende a las antiguías de viajes, etc... No tengo el enlace a mano, pero si quieres busca Jotdown en google, no puedo decirte mas, lo siento.
    Un abrazo

    ResponderEliminar