sábado, 21 de julio de 2012

Lecturas de verano.







Dice Muñoz Molina que lo bueno del verano es que suprime por completo la actualidad literaria, de modo que a las personas a las que le gusta la literatura se pueden dedicar a leerla o escribirla, tranquilamente, sin tener que mantenerse al tanto de las novedades ni del circo de las ferias. También nos dice que cuando ni la cabeza ni la biblioteca se tienen muy bien organizadas, las lecturas suelen seguir un ritmo sinuoso, hecho sobre todo de quiebros y de casualidades, de antojos o de encuentros no premeditados; como no premeditados han sido los encuentros que estoy teniendo este verano, debido al desorden de mi biblioteca y al desbarajuste del interior de mi sesera y, también y de paso, porque no suelo tener demasiado en cuenta, o al menos no me dejo la piel en el intento, todo lo que ofrece el mercado literario, siguiendo al dedillo las entregas más novedosas, a excepción de alguna que otra ilustre pluma con la que se me ensancha el alma, como es el caso del mencionado Muñoz Molina, guiándome, generalmente, por un instinto de necesidad sobre algún autor o tema en concreto, o por las pertinentes recomendaciones que me hacen las personas que más me conocen.

Así pues este verano, en el que estoy teniendo más tiempo libre del que en un principio había pensado, paseando entre la estanterías de la biblioteca municipal he ido tomando, de aquí y de allá, alguna que otra lectura con la inesperada suerte de haber acertado en casi todas ellas hasta el momento, sin tener que recurrir a aquello que Andrés Trapiello nos dice cuando comenta que "libro que no has de leer, déjalo correr", aludiendo a que existen tantos miles y miles de interesantes lecturas que no hay por qué obcecarse en comerse, estoicamente y con patatas, ninguna de ellas. De modo que entre una y otra cosa ha caído en mis manos "La sonrisa del vagabundo" de Javier Ortega, basada en la vida de Charles Chaplin, con la que, además de aprender muchas cosas sobre los comienzos del séptimo arte, he recorrido parte del siglo XX entre Londres y Hollywood acabando en Ginebra. Casi al mismo tiempo, alternándola con la anterior, aterrizó en mis dedos una biografía de Miguel Hernandez, de Federico Bravo Morata, en la que se da fe del sufrimiento y del arte, de la inspiración en la naturaleza y de la rebosante sensibilidad, del compromiso y el denuedo con los que Miguel Hernandez afronta las vicisitudes de su vida y las convierte en obra de arte y ejemplo de sobresaliente humanidad. Bravo Morata intercala, a medida que avanza la obra, versos, cartas y artículos del poeta de Orihuela en un espléndido ejercicio de sinopsis y seguimiento de la figura de quien es uno de los máximos exponentes de la literatura del siglo pasado.

Y como leer varias cosas al mismo tiempo siempre es un buen ejercicio para poder encontrar relaciones temporales, y de cualquier tipo, me he aventurado a echarle una ojeada, de vez en cuando y siguiendo con las biografías, a una obra de Jean Gustave Marie Le Clezio, Nobel en 2008, en torno a Frida Kahlo y Diego Rivera, en la que uno sale enfrascado del revolucionario ambiente cultural del México durante la época de estos dos iconos de la pintura universal de los últimos cien años; todo un descubrimiento con el que poder soportar mejor la calores, o el calor, o la calor. También está habiendo lugar para un par de trabajos firmados por el siempre oportuno Francisco Umbral, "Las ninfas", novela ganadora del premio Nadal en 1975 y que leída hoy parece haber sido escrita ayer mismo, en la que se atisba un autobiográfico aire por las inmediaciones de la pubertad y primera juventud de Umbral; y "Las palabras de la tribu", en la que se expone, en ocasiones con la sorna y el descaro propios del autor, la opinión de éste con respecto a la mayoría de las figuras literarias que, desde la generación del 27 hasta casi nuestros días, nos ha ofrecido la lengua castellana.

Pero pensándolo bien, también existen las lecturas del otoño, de la primavera y del invierno; las lecturas de la tarde, de la mañana y de la noche, las lecturas del autobús y del metro, de la espera en la cola del banco y las del periódico en el bar de la esquina. Existen las lecturas, existe la lectura sin la que la vida sería menos vida, sin la que quedaría incompleta, coja, desvalida, poca cosa; y como no pretendo que este verano enfrascado por la crisis desordene mi biblioteca a su manera, he decidido hacerlo yo a la mía con este batiburrillo de autores y de estilos en los que me estoy bañando a diario.

2 comentarios:

  1. Las biografías me atraen especialmente. Tomo nota de tus recomendaciones...disfrútalas mucho. Y el párrafo final merece un aplauso.
    Un abrazo

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  2. Las biografías nos acercan al autor, a saber de él y encontrar respuesta a muchos porqués que nos preguntamos a medida que vamos conociendo su obra. A mí también me atraen. Si tienes alguna recomendación, no lo dudes, será bien recibida.

    Un abrazo, y buenas lecturas de verano.

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