domingo, 15 de julio de 2012

Caminar sentado.





Hoy, mientras desayunaba, he reparado en el relativo ordenado embrollo en el que se encontraba la tabla con cuatro patas sobre la que voy dejando las cosas que saco de los bolsillos al llegar a casa; minucias, papeles y papel de fumar, notas, algún lápiz o bolígrafo, un encendedor que no es mío, un arrugado paquete de Samson, monedas de céntimo y compañías por el estilo que se reparten aquel espacio y campan a sus anchas por la llanura cuadrada del pseudoescritorio. Veo como uno de los papeles corresponde a las anotaciones, que hice hace unos días en el bar de Blas, de las que luego salió una entrada dedicada a un loco marinero del que todos se burlaban y acabó volándose la tapa de los sesos en la esquina más cercana. Veo también unos versos de ilegible caligrafía que si mal no recuerdo corresponden a las postrimerías de la borrachera con la que celebré, hace a penas una semana, que no volveré a verle la cara al jefe que me había tocado en suerte soportar, ese que se las daba de amigo, por estos lares costeros del sur. Veo una agenda que pertenece a esos tiempos de gloria en los que te prometes que a partir de hoy todo estará bajo control y finalmente a lo más que llegas, y con un poco de suerte, es a un perfecto desorden en el que reina la paz de tu guerra interna y nada es milagrosamente dado por perdido.

 Como uno no vive en la mansión sin papeles de Bill Gates, que costó 5000 millones de dólares, goza de los beneficios de esa libertad que los pobres les damos a las cosas con la que resulta mucho más fácil encontrar cualquier objeto del cual se desconoce su procedencia y que inesperadamente se convierte en algo necesario; la razón sencillamente es porque se encuentra ahí encima, y ahí, como en el interior de un cajón, se podría tirar años si mi vida no fuera tan desperdigada e itinerante. Y envuelto en esa dulce dedicación del  epílogo del desayuno que es el primer cigarrillo del día, con la lucidez propia del café recién tomado, me he propuesto caminar sentado y pensar un poco en todo lo que me rodea, cayendo en el incómodo pensamiento de la selección que se encuentra por venir en breve, reparando en que, por ejemplo, mi despertador lleva conmigo veinte años; o sea, más de la mitad de mi vida, o lamentándome del estado de una maleta cuya edad se aproxima a los quince, y de la cual se encuentra tan enfrascado mi pasado como soldado mi presente, y en estos momentos soporta el peso de una minicadena de reciente adquisición, matrimonio que de por sí augura un caminar juntas. Si dirijo la mirada hacia la estantería de los libros puedo observar el lomo de un Robinson Urbano de Muñoz Molina, que siempre he preferido leer en autobuses, metros, trenes o tranvías, en vagones, como si hubiese lugar para el fetichismo, que lo hay, a la hora de elegir los lugares en los que separarse del mundo y bucear por la lectura. Veo también los Cien años de soledad, de García Márquez, en una edición de Cátedra que requise de la casa de mi familia, hace unos diez años, antes de que fuera poco frecuente que me volvieran a ver el pelo a menudo, y a la que cada vez que regreso siento la tentación de llevarme, esta vez prestado, cualquiera de los ejemplares pertenecientes a la biblioteca de plata del Círculo de lectores basada en las mejores novelas del siglo XX, magnificamente prologadas por Mario Vargas Llosa, de la que ahora se aprecian Santuario, de Faulkner, El tambor de Hojalata, de Grass, y Muerte en Venecia, de Mann, junto a otro puñado de novelas y libros de consulta que se han negado a abandonarme y con los que ahora, en este momento quieto del desayuno, paseo sentado porque en la calle hace demasiado ruido y demasiado calor, y si me da por dar un garbeo corro el riesgo de acabar en la carajillesca tertulia del bar más cercano a la biblioteca. Así es que esta mañana me ha dado por caminar sentado, y me ha beneficiado mucho el ejercicio.

4 comentarios:

  1. Caminas sentado,sueñas despierto y viajas desde el sofá con tú rica lectura...buenas maneras de observar la realidad.Por cierto,que en paz descanse "el marinero loco"y que su recuerdo se aloje en las conciencias de aquellos que no le respetaron...Un abrazo fuerte Clochard!!

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  2. No son malas maneras de continuar luchando. El final de la entrada del marinero me lo inventé; continua vivo. Es la parte de ficción que supuse más acertada ante tanto desprecio ofrecido por la realidad.

    Mil besos.

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  3. Me gustan mucho estas entradas cotidianas de reflexiones al vuelo. Y lo que uno va descubriendo en ellas como al tuntún ¿A que si?
    Un abrazo

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    1. La literatura se encuentra en todas partes; no sé si cuando Stendhal hablaba de "ver en lo que es" se refería a esto, a la belleza que se puede encontrar en cualquier rincón, a la vida que nos rodea y nos acompaña. Me alegro de que te gusten este tipo de reflexiones al vuelo.

      Un abrazo.

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