martes, 7 de noviembre de 2017

Diario de Noviembre XX





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Esta mañana, tras haber estado tomando el aire del interior de los Cafés del Centro de La Ciudad, leyendo a Virginia Woolf, a Benedetti, a Bertrand Russell, leyendo los carteles publicitarios del costado de las furgonetas, los anuncios de compra y venta y alquiler expuestos en los balcones que se ven a través de las ventanas de las cafeterías junto a las que los fotogramas del presente son interminables, descripciones del marqueting que al parecer no se me da bien escribir, he retomado la sensación de profundidad que la observación genera a partir del momento en el que las pupilas, estando a su merced los otro cuatro sentidos, se ponen en marcha en común, al unísono, en comunión, encadenadas, persistentes en el recuerdo de las risas que invitan a soñar. La danza de los sentidos, esa es la coreografía que acompasa el pisar de las suelas de los zapatos mientras se recopilan versos extraídos de los comentarios de la gente. La Ciudad es tan ella y tan bella que cuando está húmeda se pone el delantal de las amas de casa y nos ofrece su cara más hogareña; La Ciudad es tan bella que son como antojos cuando llueve los dibujos en las fachadas después del chaparrón; La Ciudad nos arropa con humedad y con alegre melancolía los días de agua, los días con sabor a bienestar vespertino y mañanero y viceversa, inundándolo todo de algodón calado de poesía, gracias al aroma a tierra mojada, al inconfundible aroma a tierra mojada e imaginada por el recuerdo que en las tardes de este noviembre se paladea con el olfato de la memoria en La Ciudad. Conectar con el tiempo, a nivel meteorológico, es un ejercicio respiratorio semejante al Yoga; uno se acopla al calor o al frío encontrando un hábitat emocional que le resguarde de las demagógicas inclemencias de un presente continuo político desamparado de razón, no haciendo ni caso, pasando, desatendiendo los torrentes de embustes que salen de las bocas de los acomodados en los sillones del Congreso y del Senado y de vete tú a saber la parte: paraísos artificiales para la clase pudiente, oasis, arenes, cielos a medida que no dejan de ser cárceles. El ser humano se encarcela en la persecución del dinero sin que el tiempo del que dispone le importe demasiado; el objetivo está muy claro. Esta mañana tiene una textura de sosiego que me adapta con facilidad a la indolencia de no preocuparme por el orden de los cacharros, dejando en libertad provisional todo aquello que nos rodea, despejando las tensiones de uso ordinario mediante la puesta en práctica del bienestar; la verdad es que, así cualquiera.

2 comentarios:

  1. Clochard:
    un paseo matinal, sin prisas, es algo que no tiene precio.
    Hoy la mañana era espléndida, azul, sin viento, nítida. Perfecta para haberse podido ir de paseo.
    En fin.
    Salu2.

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