viernes, 3 de noviembre de 2017

Diario de Noviembre XIII


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Escucho Abba mientras escribo esto, acordándome de ti y de tu gusto por escuchar música mientras paseas; conecto así con las inseguridades laborales del presente de las que tratar de sacar algo en claro. El ritmo de las canciones de este grupo, su sutileza de armonía alegre, tiene la capacidad de llevarlo a uno por diferentes caminos del pensamiento, haciendo posible ver múltiples colores en lo que hay, en lo que se avecina y en lo que hubo, en lo que habrá y en la incertidumbre siempre latente para quienes sienten algo por el pulso de los días, por la emoción de saber qué va a pasar. Según los pronósticos meteorológicos a estas horas debería estar lloviendo en La Ciudad. El cálculo infinito de la mente supone una predisposición a cuestionarse hasta qué punto conviene darle demasiadas vueltas a las cosas. He mantenido una conversación con un tal Pepe, en el bar de la esquina del pasaje Trajano que tan buenas cañas despacha; no nos conocíamos de nada pero él parecía tener muchas ganas de hablar; ha empezado diciendo que lleva nueve meses sin fumar y ha terminado dándole un repaso a la actualidad reparando siempre en el aspecto de la perspectiva, de la retrospectiva con la que se ven las cosas para poder analizar la historia. No dejo de sorprenderme de lo curioso del azar, de su capacidad para reunir en unas cervezas la sinergia necesaria para que la hipótesis de la concordia sea posible. Me acuerdo ahora de Nicanor Parra, de su talento para entender el devenir del todo al que pertenecemos, de su tendencia matemática e instintiva, de sus ganas por saberse él por encima de todo sin dejar de formar parte del mundo que le ha tocado en suerte. Los poetas son una especie que jamás podrá estar en extinción, que sobrevivirá a las inclemencias de la mentira y de la desafortunada presencia del mal, siempre herido y contrahecho, siempre vengativo y egoísta, siempre parco en palabras reflexivas con tendencia a la esencia del humor, del Amor, de la vida que fluye y no se detiene; he ahí su gracia, porque los poetas no se detienen en la demagogia sino en el polen del aliento vital.

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