lunes, 6 de noviembre de 2017

Y entonces, qué


Resultado de imagen de relativo




Esta mañana, camino de mi encuentro con el día, iba cobijándome del sol en la sombra y viceversa, jugando con la temperatura, buscando un poco de claridad y cambiándome de acera a los pocos minutos, dudando de si habría hecho bien en salir a la calle vistiendo una cazadora, cuando en una de las esquinas de La Puerta de Jerez, siendo amenizada la voz de las pupilas por el Rock,  he sido irrumpido por la presencia de unos cuantos libros sobre el suelo, junto a un banco a cuyas espaldas hay un pequeño jardín acotado. Los libros reposaban en una tela con pinta de sábana, no sabría decir; entre ellos había alguno de esos manuales de filosofía que tratan de explicarlo todo en doscientas páginas; también una o dos novelas de autor para mí desconocido,  qué sé yo a cerca de qué, y una obra de Bertrand Russell titulada Elogio de la ociosidad. No había nadie atendiendo en el ambulante puesto situado en el Centro de uno de los destinos turísticos más importantes del mundo, de forma que inclinándome me he acercado hasta obtener el ensayo en mis manos y, sin querer levantarme por miedo a parecer uno de esos ladrones inseguros pero deseosos de llevarse algo minúsculo, al poco tiempo se me ha acercado un joven preguntándome si me gusta el libro, continuando con que, si quiero, me puede proporcionar más del mismo autor; me ha preguntado si estoy interesado en las escuelas de Frankfurt y Viena, comentándome que me puede proporcionar algún otro libro de esa colección que aún no haya encontrado, para, acariciando el ejemplar de Bertrand Russell, hojeándolo, mirándolo y sugiriéndome que me fijase en la curiosidad de estar firmado por su padre, acabar por pedirme, que no es lo mismo que pidiéndome, tres euros. ¿Y ahora, qué? So, what?

4 comentarios:

  1. Clochard:
    si el libro interesa, pues a comprarlo.
    Salu2.

    ResponderEliminar
  2. lo habrás comprado , no?? Pata mi este post es una puerta que me lleva a Bertrand Russell. Estoy leyendo sobre él y su obra en la wikipedia y me lo apunto para leer. Merci Juan Carlos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Compré el libro; y me fui acariciándolo, teniéndolo en las manos como se tiene algo muy valioso. El chico que atendía el puesto tenía las manos negras y las uñas largas, con ese aspecto de deterioro que muestran quienes han dormido muchas noches en el infierno. Quedé conmocionado.

      Gracias, Rubén, y a disfrutar de este gran pensador.

      Abrazos.

      Eliminar