jueves, 30 de noviembre de 2017

Diario de Noviembre XXXI


Resultado de imagen de músico en la calle saxo

A eso de las seis y media pasadas, en la calle Sierpes, me he encontrado con Leonard Cohen, ahí, en su sitio de artista con cartel en ristre, con sombrero de invierno indeciso y malhumorado, viendo pasar a la gente, insinuando el frío que no hace con una gabardina y una bufanda acorde con él, con su sustancia, con sus arrugas y con el aire de su cigarrillo, con su pose de caballero taciturno, con su escueta incertidumbre, con su andar por casa de la tristeza sostenida a base de un desconocido caramelo para el común de los mortales. He parado en la librería San Pablo solo por el gusto de ver impreso el nombre de Henri Nouwen en la portada de un libro; qué buen tío. La señora de  setenta en chandal de La Campana cada vez mira más a los ojos. He visto un rostro de espaldas conocido, un pantalón vaquero a unas irresistibles caderas ceñido, una oreja, una ceja, la punta de una nariz, un contorno policromado, un perfil de ganas de vivir, un cabello rubio y rizado que me han llevado a ti. Parece mentira a estas horas y la de gente que hay por la calle, más que nada por el desasosiego. Ese tipo que toca el saxo regular se ha parado en la calle Tarifa mientras yo saboreaba la cerveza del qué bueno; ha habido quien se ha molestado, gesticulando como quien le quiere cortar el cuello a alguien. He estado toda la mañana escribiendo sobre el oficio; todavía no me lo creo. Hay libros sobre el gremio que merecen la pena. Cada día me gusta más la psicología, y eso que no tengo ni idea. Casi todas las terrazas se mantienen montadas, abiertas, acondicionadas, climatizadas, refugiadas con uno de esos toldos desmontables con aspecto de tienda de campaña. Todas las caras me suenan, me instalan en un contexto determinado por el recuerdo. Un día más pero no un día menos.

1 comentario:

  1. Clochard:
    no soy yo muy de ciudad, pero hace unos días bajé para ver la cosa navideña. Me acordé de ti al ver la cantidad de personajes con los que me crucé: una señora con un carricoche de tres plazas que ocupaba toda la calle, una chica con unos pantalones tan concienzudamente desgarrados que casi le asomaba el tejido de sus braguitas, otra chica con unos zapatos feísimos que recordaban a los que debía usar el monstruo de Frankenstein, un señor con una chaqueta con colorines absurdos, y en ese plan.
    Salu2.

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