miércoles, 15 de agosto de 2012

400 euros.


Ayer se le dio un respiro a parte de la ciudadanía, aquella que se encuentra en el siempre desagradable trámite de hacer de tripas corazón para tirar adelante, a la espera de la llamada que le confirme un empleo con el que salir de la ruina provocada por la longevidad de la ausencia de ingresos. Ayer parece que suspiraron todos aquellos que lo están pasando muy mal debido a su falta de ahorros, a la inexistencia de recursos económicos; los que se están salvando del hambre gracias a otros miembros de sus familias y a algún que otro amigo siempre dispuesto a echar un cable. Ayer un montón de personas que superan los cincuenta, y a los que el mercado está poniendo contra las cuerdas, supieron que no se quedarán sin los cuatrocientos euros con los que ir sobreviviendo, mientras los políticos, unos y otros, parecían sentirse muy orgullosos y como a la espera de ser felicitados; sintiéndose salvadores de la miseria que ellos mejor que nadie están, de una u otra manera, contribuyendo a crecer. Circo romano, pan para hoy, prorroga para la desesperación, desmesurados y vitalicios sueldos post-cargo para quienes ostenta ahora alguna cartera o lo hicieron en el pasado. Treinta años de cotización para que ahora te digan que te dan una ayuda, serán miserables.

Con esa cara de hermanitas de la caridad, a la espera de que sus acciones sean aprobadas por un dios que si existe parece que no tiene ninguna prisa en hacerlo saber, se presentan las autoridades y nos dejan caer que las definitivas condiciones se sabrán en breve, pues se encuentra madurando en el tintero la forma de  cómo decir algo que no gustará a nadie, cuando le hayan dado los últimos retoques a todo lo que se escribe con letra pequeña, a todo eso en lo que se encuentra la trampa de quien hizo la ley, y presumiblemente habrá que ir a trabajar a la Conchinchina. Cuidado, que no se puede esperar nada bueno, digamos que nada que lleve a los dirigentes del gobierno a empatizar con la estabilidad de las familias que, además de en el sueldo, se encuentra en el continuo y feliz desarrollo de sus circunstancias que pasan por estar unidos, por vivir juntos. Pero la cosa no está para ponerse a pensar en esto, en lo que hay que pensar es en lo que hay que pensar, en salvarle el culo, de cara a la imagen que se le está dando al resto de países, a los que no pueden consentir que desde la cúspide de la pirámide europea se les esté azotando diariamente con el discurso de los recortes y del tener que ponerse las pilas para que esto no acabe en desastre, en un desastre provocado por la inicial desigualdad de condiciones, de niveles de vida, entre los que decidieron formar parte de una misma moneda sin plantearse que antes de firmar tratados y actuar como megalómanos se deberían sentar algunas bases en orden a las cuales poder desarrollar un proyecto común, que como digo, partía con muchas desigualdades.

Ahora hay que esperar el dictamen final en el que parte del pueblo, el que vota y da el poder, el objeto de la manipulación, verá reflejado su próximo futuro que, después de la agonía y la incertidumbre dada por la vergonzosa y falta de compasión demora de la decisión de aplazar el corte de este subsidio, se promete poco alentador conociendo como las gastan los que ahora se llevan el balón al recreo. Veremos a ver.

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