viernes, 10 de agosto de 2012

Bertrand Russell. Ensayos impopulares (III)








...y de todos modos, ¿de qué sirve una opinión excéntrica, que no tiene la menor esperanza de conquistar a las grandes agencias de publicidad?

Ser señalado, admirado, mencionado constantemente en la prensa, que se le ofrezcan a uno formas sencillas de ganar mucho dinero es sumamente agradable; y cuando todo esto está abierto para un hombre, le resulta a éste difícil continuar haciendo el trabajo que él considera el mejor, y se siente obligado a subordinar su juicio a la opinión general.

Todos los movimientos van demasiado lejos, y esto rige también, ciertamente, en el movimiento hacía la subjetividad, que comenzó con Lutero y Descartes como una afirmación del individuo y ha culminado, por una lógica inherente, en su completa sumisión.

El desapego y la objetividad, tanto en el pensamiento como en el sentimiento, han estado histórica, pero no logicamente, relacionados con ciertas creencias tradicionales; mantenerlos sin tales creencias es posible e importante. Cierto grado de aislamiento, en el espacio y en el tiempo, es necesario para generar la independencia que la obra más importante necesita; tiene que existir algo que parezca más importante que la admiración de la muchedumbre contemporánea. estamos sufriendo, no la decadencia de las creencias teológicas, sino la pérdida de la soledad.

En todos los tiempos de gran excitación colectiva los rumores infundados obtienen amplio crédito...Tales mitos proporcionan una escusa para la imposición de torturas, y la infundada creencia en ellos es prueba del deseo inconsciente de encontrar alguna víctima que perseguir.

La política está gobernada mayormente por peogrulladas sentenciosas exentas de verdad.

No hay tontería tan absoluta que no pueda ser convertida en el credo de la vasta mayoría gracias a una adecuada acción gubernamental.

Sería igualmente sencillo producir una población de gente cuerda y razonable, pero muchos gobiernos no quieren hacerlo, puesto que esa gente dejaría de admirar a los políticos que se encuentra a la cabeza de tales gobiernos.

Déseme un ejército adecuado, con poder para proporcionarles mejores alimentos y paga que los que recibe el hombre corriente, y me comprometo, en el término de treinta años, a hacer que la mayorías de la población crea que dos y dos son tres, que el agua se hiela cuando se la calienta y hierve cuando se la enfría, o cualquier otra bobada que pareciese servir a los intereses del estado.

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