viernes, 10 de agosto de 2012

Bertrand Russell. Ensayos impopulares (I)







En este ir y venir de lecturas veraniegas he tenido un encuentro, afortunadísimo encuentro, con un autor de cuyo nombre tenía constancia a través de los textos de Fernando Savater en los que se parafrasea y da cuenta de numerosos referentes de la filosofía a lo largo de la historia; ha sido en una de esas investigaciones sobre el contenido de las estanterías de la biblioteca, y solo tengo palabras de agradecimiento a tal encuentro. Las frases que se exponen a continuación, que serán repartidas en varias entradas, corresponden a la obra Ensayos Impopulares de Bertrand Russell (1872-1970) escrita entre 1946 y 1947 y que goza de una lectura, bajo mi punto de vista, con la que pueden ser vistos muchos puntos esenciales de las actuales circunstancias. Me complace enormemente poder compartir con ustedes semejante fuente de sabiduría en forma de pinceladas extraídas de dicha obra, a pesar de que en ocasiones hubiera sido necesaria la inclusión de párrafos o capítulos enteros, deseando que las disfruten y encuentren algún punto de contacto con ellas.


Los solemnes y pontificantes no pueden ser combatidos con éxito si uno se muestra más solemne y pontificante.

El problema fundamental de la ética y la política es el de encontrar alguna forma de reconciliar las necesidades de la vida social con las urgencias de los deseos individuales.

La mayor parte de la filosofía ha sido una reacción contra el escepticismo.

Existía el tema, a menudo inconsciente, de que el pensamientos claro condujese a la anarquía, y tal temor hizo que los filósofos se ocultasen en nebulosidades de falacia y oscuridad.

Solo la negligencia y la inatención pueden proporcionarnos algún remedio, por eso, confio absolutamente en ellas.

Después de siglos durante los cuales la tierra produjo inofensivos trilobites y mariposas, la evolución progresó hasta el punto de engendrar gentes como Nerón, Gengis Kan y Hitler. Ello, sin embargo, es una pesadilla pasajera; con el tiempo, la tierra será nuevamente incapaz de cobijar vida y la paz volverá.

La única filosofía que permite una justificación ética de la democracia, y que concuerda con la democracia en su disposición mental, es el empirismo.

El comercio pone a los hombres en contacto con costumbres "tribales" distintas de las propias, y eso destruye el dogmatismo de los que han viajado poco.

En la esfera de la política práctica no vale la pena hacer un daño actual relativamente cierto con vistas a un bien futuro relativamente dudoso.

La especulación filosófica en cuanto a lo que todavía no conocemos ha demostrado ser un preliminar del exacto conocimiento científico.

¿Tiene el universo un propósito?¿O es empujado por la ciega necesidad?¿O es un simple caos y revoltillo, en el cual las leyes naturales que creemos encontrar no son mas que una fantasía generada por nuestro amor al orden?...Mantener vivo el interés en tales interrogantes, y analizar las soluciones sugeridas, es una de las funciones de la filosofía.

El dogmatismo es un enemigo de la paz y una barrera insuperable para la democracia. En la época actual, por lo menos tanto como en eras anteriores, es el mayor obstáculo para la dicha humana.

La exigencia de certidumbre es natural en el hombre, pero, no obstante, es un vicio intelectual.

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