viernes, 10 de agosto de 2012

Bertrand Russell. Ensayos Impopulares (II)









Mientras los hombres no sean adiestrados para reservarse el juicio en ausencia de conocimiento, serán descarriados por profetas seguros de sí, y lo más probable es que sus dirigentes sean ignorantes fanáticos o charlatanes deshonestos.

Para el aprendizaje de cada virtud existe una disciplina apropiada, y para el aprendizaje del aplazamiento del juicio la mejor disciplina es la filosofía.

Debería insistirse mas en las virtudes intelectuales de lo que se ha acostumbrado a hacer desde la decadencia de la civilización helena.

La filosofía puede proporcionar un hábito de pensamiento con el que conceder amplitud y alcance impersonales a la concepción de los fines de la vida. Puede dar al individuo una medida justa de sí mismo en relación con la sociedad, del hombre del presente con el hombre del pasado y del futuro, y de toda la historia del hombre en relación con el cosmos astronómico. Agrandando los objetivos de sus pensamientos, proporciona un antídoto contra las ansiedades y angustias de la hora presente y hace que se pueda acercar a la serenidad, tanto como le es posible a una mente sensible en nuestro mundo torturado e incierto.

Si se eliminara el peligro de la guerra, la técnica científica podría por fin ser empleada para promover la felicidad humana.

Fuera del espíritu no existe, y no puede existir, realidad alguna, y en la medida en la que algo es espiritual, en esa medida es verdaderamente real. (F.H. Bradley)

El temperamento filosófico es raro, porque tiene que combinar dios características un tanto antagónicas: por un lado, un fuerte deseo de creer en alguna proporción general a cerca del universo o la vida humana; por el otro, la incapacidad para hacerlo tranquilamente, como no sea por lo que parecen ser motivos intelectuales.

Una de las persistentes ilusiones de la humanidad es la de que ciertos sectores de la especie humana son moralmente mejores o peores que otros. Esta creencia tiene distintas formas, ninguna de las cuales cuenta con base racional alguna.

Nos imaginamos en la cúspide de nuestra inteligencia, y no podemos creer que las extrañas vestimentas e incómodas frases de otras épocas puedan haber investido a personas y pensamientos que todavía son dignos de nuestra atención.

La convicción de que la moda por sí sola debe dominar la opinión posee grandes ventajas. Hace innecesario el pensamiento y pone la más alta inteligencia al alcance de cualquiera....Y así estamos ahora en condiciones de despreciar las ínfimas fortunas intelectuales de tiempos anteriores...Para el hombre de mentalidad moderna su más alta esperanza es la de pensar el primero lo que está a punto de ser pensado...No tiene ningún deseo de pensar mejores pensamientos que sus prójimos, de decir cosas que demuestren más penetración o de tener emociones que no sean las de algún grupo de moda, sino que solo quiere estar un poco por delante de los demás en lo referente al tiempo. Con bastante deliberación suprime en sí lo que tiene de individual, en pro de su admiración por el rebaño.

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