martes, 21 de agosto de 2012

pasajeros del suelo.




Cada vez que paso por una estación de autobuses, o de trenes, reparo en esos individuos que parece que esperan sobre el suelo su destino a cualquier lugar, que les da lo mismo ir hacia el norte o hacia el sur, que piden de ventanilla en ventanilla unas monedas para un bocadillo o para hacer una llamada, para completar la cantidad que les falta para un billete con el que salir de allí o para juntar el suficiente dinero que les permita compartir una papela de revuelto con la que alcanzar el sueño del exilio voluntario sobre las aceras de este mundo.

 Suelen ir acompañados por un perro fiel que soporta sus peroratas, que los mira y parece que los entiende aunque la acuosidad de sus ojos delatan la profundidad de la tristeza y algo mas de cordura que sus dueños. Me pregunto que habrá en esas abultadas mochilas en las que parece que cabe una vida entera de roces y sacudidas, ennegrecidas por los baches del camino cuyas manchas van dando fe del kilometraje. Pienso en cuál será el próximo anden, tal vez a mucha distancia de este lugar, en el que vuelvan a concederle una siesta a sus cuerpos vagabundos y castigados con las secuelas de una malograda existencia.

Las estaciones antiguas acentúan la escena de la desgracia de estas personas. Sucede esto, por ejemplo, en la de El Prado De San Sebastián de Sevilla, en la que los murales dibujados en 1941 por Juan Miguel Sánchez dan fe de la edad de las instalaciones y a los que parece que se hubiera adherido una capa de melancolia congénita de la que les resultará imposible desprenderse. Bajo estos paisajes de grandes dimensiones sucede la vida de las taquillas en las que hacen cola los viajeros junto a los que con frecuencia aparece un  individuo con cara de loco y manos del color del hollín, con uñas afiladas, pocos dientes y barba de un par de semanas. Todos tan cerca y tan lejos. El contraste se muestra como el reflejo de una acusación de la que convendría que cada cual sacara su particular análisis aunque el desdén y el asco sea la posición más frecuente por parte de la generalidad que tiene demasiadas cosas, muchas de ellas banales, en las que pensar como para ponerse ahora a hacerlo sobre un tema tan escabroso, y que da muy buen resultado para fomentar el morbo o para utilizarlo como recurso a la hora de iniciar una conversación durante esas asperas esperas en las que las piernas vigilan el equipaje.

Aun se pueden escuchar expresiones del tipo que lo que ocurre es que no quieren trabajar, que son unos vagos, que a esta escoria la quitaba yo de el medio en un santiamén y que en otros tiempos no pasaba esto. También se escuchan voces que proceden de las discusiones que un par de ellos, unidos por las rutas del camino, tienen en torno a cualquiera de sus manías protagonizando las miradas de soslayo y el silencio de los que casi ni se atreven a clavar sus ojos  durante más de tres segundos en la situación; momento en el que pienso, siendo yo uno de cuantos allí se encuentran, que ese silencio en el que cada cual mira para otro lado es tan vergonzoso como el mas feroz de los egoísmos y que, en el fondo, somos merecedores de semajante escena de pobreza espiritual cuya montaña ha sido creada por millones de granitos de arena cada uno de los cuales es el representante de los que aprobamos esta manera de subsistencia que nos ha sido dada a entender como buena y que hemos aprobado, dirigida por la prole de incautos e indeseables gobernantes de todos los tiempos. Por desgracia no puedo imaginarme una estación sin clochards ni enganchados aunque cada vez que los veo encuentro algo de mi en cada uno de ellos.

4 comentarios:

  1. Darte las gracias por hacer mención a mi ciudad aunque sea para hablar de esos seres como dices que nadie los ve" practicamente y en que una conversación o simplemente escucharlos te llena tambien la vida. Gracias por todos tus relatos que me hacen la vida mejor. un beso

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  2. Estos seres encierran un misterio que atrae mi observación. Gracias a ti por pasar por aquí y dejar tus comentarios. Espero que continúes disfrutando de estos fragmentos de la mano de un camarero que se divierte en estas cosas de las letras.

    Salud y mucha energía. Besos.

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  3. Solo el título ya es un verso, Clochard.

    Yo creo que esto se da la vuelta en cualquier momento y nos vemos de la misma manera.

    Tu empatía te honra.

    Besos, besos.

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    1. Totalmente de acuerdo, en cualquier momento...zas! Por eso además de fijarme en todas estas personas que se encuentran en tan lamentable estado, me paro a observar la reacción de los demás y lo que puede estar pasando por sus cabezas, y como la cara es el espejo del alma pues es nutritiva la experiencia, que quieres que te diga.

      Mil besos.

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