miércoles, 22 de agosto de 2012

El paisaje de la playa.





Hay una costa sinuosa como los márgenes de un pastel, una sombrilla y una nevera, una playa entera, un crucigrama el cielo y la arena, una nube como el detalle de un mantel y una piedra como un pan de centeno. Hay un sol que broncea la piel, unos brazos que se calientan y serenan, una boca que se moja de hierba buena y miel, un cuerpo rebozado en agua salada y esmeraldas tonalidades de laureles sin cadenas.

Hay un barquito de vela y un tripulante, una red de pescador con gorra de comandante, una china y una roca, un chiringuito que desemboca en el espeto de sardinas, una propina para el camarero, un mes de enero que no se lo imagina. Hay un bote de crema y un tapper de ensalada, un dedo untando las quemaduras con pomada, un sendero sin cerradura, un faro que reina sobre el pedestal de un acantilado divisando la trama de la historia y la jornada.

Hay un caminito de madera, una ducha a las afueras, un reguero de apartamentos superpuestos, amontonados, toallas tumbadas bajo la humedad de los cuerpos embadurnados, castillos de arena, niños que imaginan, adultos que regresan a su infancia contemplando una cometa, fragancias de yodo azul, un duermevela al contraluz en plena siesta, huellas que desdibuja la marea, espumas que acarician las orillas y vuelven al fondo del mar sin cortarse la coleta.

Hay algo de libertad, algo de paraíso y de inmensidad, algo de profundidad y de consuelo en el ir y venir de las olas. Hay una tremenda belleza en el horizonte, en esa linea que parece que separa, en esa brisa que nos ampara, en ese prescindir de las prisas y de la impiedad de sus agallas. Hay algo parecido a la paz y a la ausencia de murallas, algo semejante al vente y no te vayas, y quédate en la voluntad del albedrío de los caminos de estas aguas.

Hay una pala y un cubo de plástico, unas gafas de sol y un bikini con rayas, un camarón, una lectura de lado, un refresco, un chapuzón con aleteos de delfín, una lancha que surca el océano, una calada de humo marroquí, un aliento frotando la espalda. Hay un mensaje en las calas, una cercanía con el puerto pesquero, con su bote y con su malla, con su anzuelo y su zarpar y su arpón inofensivo al bienestar. Hay una isla que no se deja tocar, a la que se llega con los ojos y de la que se torna al despertar y de la que se recuerda el paisaje de la playa.

2 comentarios:

  1. Sin palabras, todo lo que me recuerde a mar me resulta maravilloso, siento nostalgia al leer este relato de un sitio en el que estado hace pocos dias y se respiraba aire puro con sabor a sal y la gente era tan amable que uno no sabia si llevaba alli mas tiempo del que estaba, a eso me recuerda este relato, quizas algunas frases sean de ese sitio maravilloso, yo me lo imagino asi. Gracias por este precioso relato encnato. No dejes de escribir nunca voy a ser tu seguidora mas fiel, aunque esté en un sitio u otro, aunque no te escriba nada porque no me salgan las palabras, pero seré incondicionalmente tu mas humilde seguidora de relatos que me llevan a la serenidad y paz que busco, Gracias de nuevo. un beso

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    1. La verdad es que tal y como lo dices le dan ganas a uno de no dejar de escribir nunca. Escribir es un acto con el que se purifican los sentidos y muchas de las malas cosas que nos acompañan; permíteme que te lo aconseje.

      Un beso.

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