sábado, 18 de agosto de 2012

El mar como compañía.




Tenía tantas ganas de sentirse solo que eligió el mar como compañía. Los barcos que desfilaban en el horizonte, debajo de la linea de separación entre el agua y el cielo. La música procedente de un chiringuito cercano, en el que no cesaba de sonar música caribeña. Los nudistas bajo su sombrilla, tan limpios de alma como la desvestida representación de sus cuerpos. La arena, siempre cosquilleante y juguetona. Unos niños levantaban un castillo, con sus palas de arquitectos de la fantasía.

 Las olas, y su vaivén arrojado en la terminante espuma que retrocede y se esfuma para convertirse de nuevo en transparente líquido y salado. Un peñón en la lejanía de lo que parece ser un acantilado, una enorme roca desde la que poder tirarse y nadar en las profundidades de la libertad. El faro atento, testigo de batallas y de faenas de pescadores, de noches de niebla, centinela de la costa señalando el acercamiento a tierra.

 El sendero por el que se accede, que comienza a formar la imagen del deseado paraíso en el que instalarse por unas horas y la inabarcable cantidad de oxigeno con el que inundarse los pulmones. El mar como compañía y como amparo, como amigo íntimo al que confesarle los pesares y los pecados, los traspiés que no han sido borrados, las reflexiones más profundas, la imaginaria poesía que busca un papel y no lo encuentra, el rescate, la tabla de salvación a la que agarrarse para encontrar el punto de fuga desde el que proyectar la perspectiva.

 El mar como compañía, como brújula y testigo, como lienzo en blanco y guión de las paces necesarias para ponerlo todo en orden y empezar de nuevo. Las gaviotas mensajeras de los vientos. La brisa que aproxima la entrada del levante. El sol implacable, bronceador empedernido, hermano de la luna que de noche sembrará de plata las orillas del Atlántico. El mar como compañía, como semilla del huerto de la iniciativa, como germen de la resurrección, como ventana abierta al aire fresco, como rejuvenecedor de las telarañas del cerebro. El mar perdido en la inmensidad en la que encontrarse. El mar como compañía.

2 comentarios:

  1. UNO DE TUS RELATOS QUE MAS ME GUSTA SIN DUDA....EL MAR ES MI SITIO SEGURO Y ES LO MAS PAZ-CIFICO QUE SE PUEDE MIRAR. AHORA TODAVIA MAS ME GUSTA ESE MAR QUE DESCRIBES. ESTOS DIAS HE TENIDO LA GRAN OPORTUNIDAD DE MIRARLO, CONTEMPLARLO Y RESPIRARLO...CON LA COMPAÑIA QUE TODAVIA ME HA HECHO QUE LO APRECIE AUN MAS DE LO QUE PARA MI ERA EL MAR. GRACIAS DE NUEVO

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  2. Me ha encantado lo de paz-cífico, y te alabo el gusto por la contemplación del mar, por todo lo que en él encuentras y por la elección de las buenas compañías. Gracias a ti por pasar por aquí y darte un chapuzón de felicidad.

    Salud y energía.

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