lunes, 6 de agosto de 2012

Chavela, en el último trago nos vamos.







Sucede que la piel me pide un tequila. Sucede que necesito una ranchera, un timbrazo de alegría, una paloma que sobrevuele los tejados de la ignorancia y se pose en el hombro de las buenas voluntades, de los buenos días. Sucede que ando un poco triste, Blas, ponme otro Margarita que esta noche es mía. Sucede que vamos a cantar, a rompernos la garganta, a quitarnos las arrugas, a soltarnos la coleta como tantas madrugadas, pero hoy con más razón y pena que pretenderemos que tal no sea aunque lo sea, con más ahínco y melancolía de verbena, con más sal en el borde de esa copa, con más limón, con tantos puntos suspensivos como necesite deparar la dignidad de esta borrachera.

Sucede que la guitarra me promete una cosa, que la voz me dicta otra, que al final se ponen de acuerdo en un susurro de una a otra, que una lágrima brota de una poesía y de un poema y de la fuente de una farra, que una trenza de pelo blanco blanquecina se despide del planeta, que un cometa ha anunciado el canto rebelde de una estrella, en esta noche buena y sangrante del final de una vida. Sucede que siempre habrá quien venga a contar sus batallitas pero nadie lo hará como lo hizo ella; tómate un trago conmigo, un sorbo de delicadeza sin cubitos de hielo, un beso de tornillo en un mar de ginebra. Sucede que una planta de ágabe se ve en un balcón de la Gran Vía, que la Plaza Garibaldi se ha quedado pequeña, que los Mariachis han amainado con sus cantos la tormenta, que las serenatas de este duermevela van en honor de mi Chavela. Sucede que parece que se han dado los pájaros en esta despedida cuerda.

Sucede que al otro barrio se ha mudado una maestra, el brillo de un rayo y de unos latidos que no cesan, el algodón de una luna melenuda e iluminadamente llena, el orgasmo de los casi cien primeros años , el manuscrito con el remite de las flores de los magos, la escultura de la lucidez de la belleza; el alma de desamores resurgida, el corazón apaleado y vuelto a las andadas de las promesas incumplidas, el Ada madrina de una Cuernavaca querida. Sucede que se ha despedido y se ha quedado, que al menos a esta noche con ella al cielo bien llegamos, que después de haber y no haber llorado, contigo Chavela, en el último trago nos vamos.

Gracias, Chavela.

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