jueves, 30 de agosto de 2012

Primera conjugación.




Precisamente ayer, después de haber escrito una entrada referente al tema de los nuevos ebooks, mientras paseaba por las calles de Coníl de la frontera, me encontré, a cielo abierto, a eso de las diez de la noche, con la presentación de un libro, Tiempo de ruido y soledad, de pasta, tinta y papel, de Felipe Alcaraz, ex dirigente de IU. No puedo negar que fue una gran alegría, una recompensa para el trayecto. El lugar elegido para el acto fue una especie de plaza, junto a la que se encuentra un muro en recuerdo de los caídos en la guerra incivil española de 1936. Quién sabe si esa pared no fue la de las balas y la pólvora y el terror.

Lo primero que me sorprendió fue la afluencia de público en un acto representado por un miembro de la misma familia política que gobierna el ayuntamiento de este pueblo. Con mi llegada alcanzaríamos la cifra de veinte, así por encima, de entre los más de quincemil habitantes que conforman el censo actual, mas o menos, sin contar con el turisteo que puede hacer que la cantidad ascienda a mas del doble. Pero ya deberían olérselo, porque sillas no sobraron más de dos.

De modo que los allí presentes sentíamos la fortuna de los elegidos, el silencio interior de la templanza y el privilegio de asistir a una clase de historia que bien hubiera podido durar toda la noche, si no hubiese sido porque había un partido de fútbol del que convenía no perderse demasiado. Atendíamos con sosiego y expectación las explicaciones que Alcaráz nos daba a cerca de los antecedentes de la crisis actual y de sus augurios sobre los próximos más que difíciles tiempos que se avecinan; pero observé que estábamos todos tan desencantados, tan cansados de mentiras, tan hastiados e impotentes que, a pesar de los aplausos, cada uno, después del acto, se fue de allí con el pensamiento cargado de la  preocupación en torno a qué estrategia aplicar mañana, hoy, para que los diez euros que le quedan en el bolsillo le den para comer tres días y tres noches.

Luego vino el camino de vuelta, en el que uno va pensando y tratando de recordar todo aquello que le ha resultado  conveniente no olvidar, todo lo que poder utilizar como mecanismo de defensa contra el abatimiento, como desinhibidor del ánimo, y de lo que fue dicho me quedo con muchas cosas solo que con un trasfondo de impotencia, porque el mismo Felipe Alcaráz aseguró sentirse derrotado pero no vencido, como tantos países que han tenido que pagar con miles de vidas, bloqueos y aislamientos, sus proyectos de esperanza política, o como es el caso de la actual Grecia, de la que el autor afirma estar empezando a mejorar. Bueno, menos da una piedra.

De la misma forma que confieso mi alegría ante el encuentro de aquella oportunidad brindada por el azar, confieso mi posterior retirada desangelado, porque a las sencillas preguntas que un par de obreros allí presentes realizaron no se les dio una respuesta sencilla de entender, sino que se camuflaron con aires de historia y utopía que para nada sirvieron ni dejaron satisfecho a ese señor, sentado junto a mí, que preguntó por la manipulación de las noticias y al que se le contestó, sin dejar que terminase de decir lo que quería, con idas y venidas sobre tener que seguir luchando, que la historia no se acaba en tres años y que queda mucho por hacer, todo ello aderezado una y otra vez con los nombres de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, y Ronald Reagan y Margaret Thatcher.

Lo preocupante, lo que me entristeció fue la afirmación y el convencimiento que allí se proclamó del inminente cambio de vida, de que las cosas van a ser completamente diferentes, yendo en ello incluido el manto de incertidumbre que provoca dicha premisa para los que lo único que queremos es vivir tranquilos sin tener que arrodillarnos delante de nadie. Y entonces porqué no ir dando algunas de las claves de como afrontar la nueva situación, porqué no ir reconociendo que con cuentos de Adas no se va a ningún lado, porqué no admitir y reconocer. Tal vez porque la demagogia es el cuchillo que corta el pastel desde el sillón y el mando a distancia que dirige a las gentes que salen a la calle verdaderamente a luchar.

Luchando: gerundio de luchar, de la primera conjugación, verbos terminados en -ar, de la lengua española.




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