viernes, 3 de agosto de 2012

Leer novelas.








Dentro del regocijante hábito de la lectura existen varias posibilidades, todas ellas aptas para el alimento del pensamiento y la imaginación; poesía, teatro, ensayo, artículos periodísticos, biografías, comics, cuentos y todo aquello que mediante una serie de reflexiones, expuestas de una u otra manera, nos induzcan a pasar parte de nuestro tiempo en ese maravilloso paraíso de calma y quietud abonado por las ideas. El mero transcurrir de las lineas, el avance en el texto, le supone al lector ir teniendo constancia de mundos desconocidos y recién descubiertos aspectos teniendo el suyo, el mundo en el que se desenvuelve, que al fin y al cabo es el único del que pueden dar fe los cimientos de la realidad que toca con sus manos, como referencia incrementando así su visión de la realidad, muchas veces a base de la inventiva y la ficción que se nos presenta en determinadas obras, como es el caso de las creadas bajo los parámetros de la novela.

 En ella, en la novela, a través de un esquema en el que se encuadran el espacio, el tiempo y la voz/voces de la personona/s que hablan/narran se van diluyendo los argumentos con los que el autor ha pretendido incentivar la continuación del hilo de la lectura, el suspense de lo que será o no encontrado párrafos mas adelante describiendo todo aquello cuanto forma parte de la historia y de los pormenores en los que ésta se desenvuelve y se nos presenta como una fantasía que se adapta como un perfecto guante a la realidad. De hecho una de las más gratas experiencias que se tiene al finalizar, o incluso a medida que se va desarrollando la lectura de una obra, es la convergencia existente entre numerosos aspectos que hemos ido encontrando en el interior de esos paisajes y personajes, en esas formas de actuar y de pensar, en las aptitudes adoptadas en determinados casos, con respecto a lo que suponen nuestras más tangibles vivencias.

Uno de los aspectos en los que más me gusta fijarme y centrar mi aprendizaje, del que después el olvido se encarga de acordarse, es en la radiografía psicológica con la que, mediante los actos que suponemos inamovibles y ciertos, porque así se nos exponen a lo largo de los capítulos, y aquellos otros que hemos de suponer nosotros, los lectores, que son tal vez los que más importancia tengan ya que ahí reside el papel fundamental que juega el leyente para nutrir aún más el texto con todo aquello que se imagina y que se adapta perfectamente al campo de visión de la atmósfera en la que se encuentra la novela que tiene entre las manos, podemos mas o menos suponer qué encontraríamos en los bolsillos de las chaquetas de los personajes. La maestría con la que en ocasiones algunos autores nos acercan a los protagonistas, con leves descripciones que dependen de lo que nosotros estemos dispuestos a suponer y sumar, en ese precioso juego de indagaciones con el que se complementa el puzzle del cuerpo de la obra, para completar el perfil en cuestión, es un claro ejemplo de lo necesaria que resulta la intuición por parte de quien lee y el consecuente factor añadido de la investigación, en lo que no se encuentra escrito, con el que la lectura de una novela viene a ser de un enriquecimiento muy por encima de lo que a primera vista se pueda pensar.

En la novela, a lo largo de todo lo que en ella se vive/vivimos, podemos encontrar y ser testigos de infinidad de matices pertenecientes al suelo que pisamos: Pintores, actores, músicos, poetas, ricos y pobres, vagabundos, artistas de toda índole, costumbres, formas, maneras de vivir, hábitos culturales de un determinado pueblo, creencias, tabúes, leyes, contradicciones y consecuencias; todo un repertorio de datos que actúan como la aguja que se encarga de ir cosiendo retales de diferentes telas con las que finalmente se conforma un traje. Cuando nos instalamos en las misteriosas profundidades de una novela histórica todo nos comienza a resultar familiar a partir del momento en el que hemos caído en las garras de los detalles que sostienen el marco de la narración insertados en un tiempo bajo cuya influencia, mientras estamos leyendo, nos encontramos y a partir de la cual pasamos a ser uno más de los elementos de esa sociedad cuyo único sostén en estos instantes se encuentra en nuestra fabulación. Y de la misma manera podemos decir que sucede lo mismo sea cual sea el ámbito en el que sobrevienen las peripecias de la aventura que se nos muestra en cualquier otro tipo de encuadre temporal en el que se desarrolle la novela. Toda esa información forma parte de nuestro presente por muy lejana que se presuma su procedencia, y ahí radica el poder de combustión que emana de, como diría Mario Vargas llosa, la verdad de las mentiras.

Como lectores es recomendable no abandonar este género. No hace mucho tuve una interesante entrevista con un crítico gastronómico que escribe semanalmente en un diario y que goza de bastante reputación, y me dijo que él ya no lee novelas, que eso quedó atrás hace mucho tiempo, que esa costumbre corresponde más a los inicios, a la juventud, pero que ahora solo le gustaba consultar libros de texto y ensayos algo más profundos. Por no hablar del redactor jefe de un reputado periódico del norte de España, con el que tuve la fortuna de colaborar y hacer mis pinitos, que asegura no leer nada, nada de nada, por falta de tiempo. Sin duda, por prudencia y por respeto, en ambos casos quedé sorprendido y no puse el dedo en la llaga de lo fundamental que resulta el acercamiento a nuestro tiempo mediante la lectura de novelas, en ambos casos, y de lo esenciales que, para la mente y el cansancio, incluso para el riego sanguíneo, y con más inri en el campo del periodismo, son las lecturas de unas cuantas páginas diarias de ese universo aparte en el que se ve reflejada la realidad que nos inunda.

No sé si lo ha dicho alguien alguna vez pero no quedaría mal decirlo; y es que a saber las artes principales son cinco: Música, pintura, escultura, poesía y arquitectura, la rama principal de la cual son los pilares que sostienen el cuerpo y el argumento de toda buena novela.

No hay comentarios:

Publicar un comentario