domingo, 12 de agosto de 2012

Una sola palabra.





Una sola palabra vale para darle significado a cualquier mensaje emitido a medias, para resolver cualquier duda, para sentirnos seguros y encontrar la respuesta de una duda imperiosa. Sin esa palabra tal vez nos quedaríamos durante mucho tiempo a la espera y con la incertidumbre coronando nuestro pensamiento. Necesitamos ayuda y nada mejor que un diccionario, o preguntárselo a alguien que nos inspire confianza, el caso es llegar a saber qué es eso que no sabemos y necesitamos saber para continuar caminando con tranquilidad. por minúsculo que sea el vocablo en sí puede encerrar un misterio sin resolver, una salida, una puerta abierta a la investigación que dé pie a futuros resultados. Todo un desierto en el que encontrar eso que nos hace falta para que todo cuadre, unas cuantas letras juntas que dicen algo, pero no sabemos cómo hacer para que nos resulte fácil y andamos en la cuerda floja de la vacilación, en esa sensación en la que se siente cierta tensión justo antes de saber qué habrá detrás del dichoso término que no nos deja vivir.

Existen palabras bonitas, raras, largas y cortas; esdrújulas cuyo soniquete acompaña a la voz en un baile de sonidos. Onomatopéyicas que hacen reír y caen por su ruido, otras que nos evocan indefectiblemente un recuerdo, una textura o un aroma, otras que proporcionan miedo, terror, abismo, distancia; alguna que jamás quisiéramos pronunciar y con la que se nos ponen los pelos de punta cada vez que la escuchamos. Hay palabras que se enredan entre los idiomas y, por el hecho de proceder de un mismo tronco lingüístico nos resultan curiosas las matizaciones con las que se utilizan en uno u otro país. Pero todas ostentan la magia de la comunicación, del querer decir, del expresarse, todo eso inherente al ser humano y a su racional condición, como las piezas de un inmenso puzzle con las que el cerebro construye discursos, frases, dibuja reflexiones y las lanza a volar para que sean atrapadas por otras mentes. La palabra trata de describir el pensamiento lo mejor que puede, al menos se acerca a él y lo extrae para que diga.

Por una palabra se podrían pagar sumas importantes. Por una palabra pueden correr ríos de sangre, o florecer campos de amapolas, o destaparse un secreto que anduvo encerrado decenas de años. Por una palabra entró el pasado viernes en la biblioteca, en la que me encontraba junto con una serie de concentrados estudiantes, un señor impacientado, solicitando que se le dejase un ordenador por tan solo treinta segundos, rogando que le dejaran mirar en internet, ni siquiera se esforzó en consultar uno de los numerosas diccionarios que reposan en las estanterías, pidiendo por favor que le fuera concedido el privilegio de saber el significado de una sola palabra, solo una palabra, treinta segundos, insistía, y le fue concedido el tiempo y el espacio para que tuvieran lugar sus indagaciones. Al cabo de un par de minutos llamó a la asistente del centro, dígame, señora, dígame qué es esto. La señora accedió, inclino su torso hacia la pantalla y leyó: Venganza. Dígame, señora, eso qué es, ¿es cuándo dios se enfada?. Mas o menos, afirmó la señora, mas o menos, y él, en su silencio, no logró salir de dudas.

3 comentarios:

  1. Curioso,

    http://youtu.be/uGNk_zHy4Mg

    saludos.

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  2. Perdón, es "Con toda palabra" de Lhasa de Sela.

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  3. Como lo cuento; todo un verso, una instantánea. presentí que se hizo un silencio interior, además del propio del sitio, en cada uno de los que allí estábamos. Tomo nota del tema de Lasha de Sela.

    Salud.

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